A finales del siglo pasado, en algunas tiendas del país aparecieron, humildes, reproductores de casetes digitales (DCC o Digital Compact Cassette en inglés). Philips fue la impulsora de este formato que suponía una mejora sustancial respecto a su interior y exitosísimo producto, el casete magnético, por lo que intentaba darle pelea al disco compacto con un formato compatible hacia atrás, regabable y con una calidad de sonido similar.
Recuerdo haber visto tanto reproductores de casetes digitales cómo casetes en Musimundo y algunos locales de Red Megatone (con el tiempo la última compró a la primera y le fagocitó el nombre). Lo que más se publicitaba en ese entonces era el hecho de que estos equipos podían reproducir – no grabar – casetes magnéticos convencionales, algo que era más que interesante para mucha gente que por entonces tenía una gran colección de música en este formato.
Mejoras sobre el casete de toda la vida
Para ser compatible con los casetes de toda la vida, el estándar DCC contemplaba un casete de las mismas características que el casete de audio convencional, es decir, un tamaño de 100 x 65 x 12 mm, un largo de cinta de 60,35m (para 60 minutos) y un ancho de cinta de 3,81 mm. La diferencia radicaba en que el casete digital tenía una especie de chapita – similar a la de los viejos disquetes – que se mueve y descubre tanto las cintas cómo las ruedas dentadas. Esta chapita aparentemente era una marca física para que el reproductor sepa que se trataba de un casete digital y no uno magnético. Una solución sin dudas muy astuta.
A nivel técnico, los los DCC eran grabados con una frecuencia de muestreo de 44,1 kHz y una resolución de 16 bits, aunque también se admitían las frecuencias de menores. La velocidad de transmisión de datos del DCC era de 1,54 Mbps, superior a la del CD que es de 1,4 Mbps. En el siguiente vídeo podemos observar cómo se cargaban en una casetera digital.
La principal ventaja de los casetes digitales sobre los magnéticos era la calidad de audio. Sin entrar en tecnicismos estos pequeños podían llegar a tener una calidad de reproducción superior a la de los MiniDisc y un poquitín inferior a la de los CD’s de audio (acá entran en juego sistemas de compresión y demás cuestiones complejas). Además de esto, la calidad del audio no se veía degradada con las reproducciones y el tiempo de uso, lo que sí pasaba con los casetes convencionales. Al igual que los MiniDiscs, este formato tenía una pista que guardaba el nombre de la obra y de los tracks.
A diferencia de los CD’s que requerían de una grabadora – por entonces realmente carísimas – lo mejor que tenía este sistema era la posibilidad de… ¡grabar música a muy buena calidad y volver a grabar! Sin embargo en la cinta venía un bit de protección contra copia que se ponía en 1 (copia) cuando se grababa, lo que imposibilitaba hacer una copia de este casete a otro casete (copia de copia).
Un formato que ya estaba muerto antes de nacer
Homero diría, entonces… ¿si era tan bueno, porqué se murió? y la realidad es que por más que este formato era tremendamente superior a su predecesor y los reproductores eran compatibles hacia atrás, lo que estaba comenzando a fallar en sí era el formato casete per se, por más bueno que podía llegar a ser.
El tema era así: los casetes digitales seguían siendo casetes y salieron a competir en un mercado donde habían llegado los discos ópticos. Quizás nadie se acuerde hoy, pero debido a su relativa simpleza mecánica, los reproductores de CD’s eran bastante baratos y el formato tenía cuestiones bastante difíciles de batir por un casete, pero quizás bastaba conque si queríamos pasar de la canción 2 a la 6 en un casete teníamos que esperar un buen rato, en cambio en el CD era cuestión de apretar 2 botones.
El Casete Digital Compacto dejó de producirse en 1996, 4 años después de haberse introducido al mercado. A pesar de su fracaso, todavía existen muchos audiofilos y snobs que tienen un reproductor y coleccionan casetes.
Increíble, no sabía de su existencia. Me hubiese gustado probarlos.
Me vuelve loco, me fascina todo lo relacionado a «formatos que no fueron», no porque hayan sido malas ideas o malas tecnologías, sino porque la sociedad y el consumo no acompañaron…