Fallout: New Vegas, Regreso al desierto del Mojave

Hace más de un año ya, colgué la gabardina de cuero y el equipo antidisturbios de Ranger. Al lado, unas gafas infrarrojas, la máscara anti gas y el holorifle. El equipo que me acompañó por aquellas tierras traicioneras, donde la muerte es dueña y llega sin gloria.

Es extraño que un lugar tan inhóspito, sin piedad, pueda volverse tan añorado. Un mundo en el que el odio del hombre atomizó y deformó la vida misma. Donde las leyendas no serán cantadas en hermosas canciones, sino olvidadas bajo alguna tormenta de arena. Pero aún así, algo me llama.

Luego de recorrer muchos otros caminos, probar otras historias, nuevos juegos, distintas tramas… hay algo en Fallout: New Vegas, que continúa invitándome a regresar al Yermo. Que no he vuelto a sentir o experimentar en otras obras del videojuego. Y que vale la pena recordar, relatar a ustedes.

Ya es hora de volver a calzarme la ropa de combate, entonar una vieja canción, y enfrentar una vez más el desierto del Mojave.

(«Play it again… Johnny Guitar«)

Mis cabalgatas solitarias y sin corcel por el árido mutante, comenzaron, cómo tantas cosas buenas suelen hacerlo, gracias a una recomendación. En ella, Andresito invitaba a probar el juego. Añadiendo que cierta misión, lo volvería el hombre más feliz del mundo, si conseguía que alguien la jugase tras leer esas líneas. Primero que nada, misión cumplida. Pero es mucho más que eso en realidad.

Comenté alguna vez sobre el primero de la saga, considerado a esta altura ya un clásico. En una era en la que se miran tanto los gráficos para juzgar la calidad de un juego, mirar a los maestros puede servir para encontrar una guía diferente. Y yo, en mi camino de jugador, me había perdido por mucho tiempo de aquel futuro post apocalíptico.

Quizás porque simplemente estaba ocupado jugando otras cosas. O porque me costaba (¡ay de mí!) imaginar un rol tan alejado de la magia y espada. Sumando a todo eso que yo acababa de probar con mucho gusto Skyrim, New Vegas se coló en mi lista de juegos con timidez y callado.

Pero su efecto, cómo el de la radiación, sería progresivo, residual… e incurable.

Entrando en el Yermo

Fue así que me encontré completamente imbuido en el universo de Fallout, y especialmente en cada una de las historias escondidas de New Vegas. Alejadas de tanta monotonía y clichés gastados no sólo en videojuegos sino en las artes, en general. Frescas, y perfectamente enmarcadas en aquel entorno de fantasía, que tan bien sabía semejar la más interesante realidad.

Todo depende de con que ojos se mire. Y en New Vegas, cada paso descubre nuevas capas, personajes, aventuras. De las que gustan. De las que se recuerdan por mucho tiempo. Un mérito sin dudas entendible, cuando nos enteramos que en Obsidian trabajaron muchos de los creadores originales de los primeros dos Fallout. Bethesda, inteligente, haría de distribuidora y le facilitaría las cosas. Pero serían los maestros de Obsidian los que harían la magia.

Todo, desde la banda sonora, los diálogos, hasta los afiches podridos y gastados colgando en cada lugar de aquel gigantesco mundo, está cuidadosamente pensado. Armado con mimo y dedicación, inteligencia y criterio. Lo cual no es poca cosa ni mucho menos, teniendo en cuenta que su mapeado es simplemente titánico.

Pero más allá de esos detalles meramente técnicos, entre los que podríamos destacar cierta cantidad de bugs, volvemos a caer en el nivel de artesanía creativa, de arte escritora que posee el guión de New Vegas. Uno en el que cada misión alternativa puede ser tan buena o mejor que la principal. Y la principal… puede variar desde el primer momento en el que empezamos a jugar. Un desliz erróneo en nuestro gatillo, y el mundo no será el mismo. Ni cuenta nos daremos, encima.

Porque en un Estado de Nevada nuclear, no seremos los iluminados, los ases, los decisivos. Sólo encarnaremos la piel de un tipo que hace lo posible para sobrevivir. Bastante ya, en una época en la que la vida propia es tan cara y difícil de mantener, y la ajena, vale menos que nada.

Lo entenderemos ya al empezar, cuando un mafioso nos ponga un tiro de 9 mm en el rostro, dando inicio a la historia.

(» ‘Lamento que te veas involucrado en esto’, nos dice Benny a lo El Padrino, antes de volarnos los sesos»)

Mi tiempo en el Mojave nuclear coincidió, sincrónicamente, con mis gustos musicales reinantes en aquel entonces. Shoegaze y Spacemen 3. El desierto infinito y peligroso. Seguramente encajaban por su sentido de futuro distorsionado. Por el retrofuturismo de los 50’s que tanto usa Fallout. Algo así como una banda sonora digna de musicalizar El Bueno, el Malo y el Feo de Sergio Leone, pero perdida en un mundo mutante y roto. Lo noté mucho cerca de la mitad del juego, cuando aprendí a apagar las radios, y escuchar el duro silencio, apenas ambientado por un violín muerto de frío y miedo, cada tanto. Un recuerdo de piedra, de la oscura tumba que era aquel lugar luego del fin del mundo.

Eso me lleva a pensar que las coincidencias, no son tales. Aquel marco de western ucrónico, puede sentirse y respirarse en la música del juego. En los diálogos de los personajes. Y, cómo en la película que protagonizó Clint Eastwood, un mundo en conflicto queda retratado desde la perspectiva más olvidada por la historia: la de las personas comunes y corrientes que vivieron y murieron en esas luchas. Luchas que, en un nivel difícil de ver a simple vista, están todas interconectadas, y el más simple soldado raso puede cambiar el curso de una guerra. Así, funciona en New Vegas.

No es extraño, entonces, que una de las primeras cosas que me viene a la mente sea Transparent Radiation (están cordialmente invitados a escucharla hasta el fin de este artículo), al hablar de Fallout: New Vegas. Que cantara contento sobre la radiación transparente, inundando todo. Sentirla bajando a mi alrededor, como ondas de sonido. Mientras buscaba la próxima gran aventura, detrás de alguna duna polvorienta. Dudo que nunca jamás, en la imaginación de ninguno de sus compositores, creerían que alguien le encontraría un sentido tan literal a sus letras. No era coincidencia.

(Igual que Clint, nuestro personaje vive con la soga al cuello y decidiendo entre el bien y el mal)

Con todo eso dando vueltas en mi mente, y un poco hastiado luego de probar algunos juegos, fue que decidí regresar a donde me sintiera tan a gusto en su momento. Ello representaba poner a prueba todo lo que la nostalgia y las emociones habían alzado a un pedestal casi intocable.

Volver a probar algo puede romper su magia. La máxima del mago: nunca dos veces el mismo truco ante una audiencia. Sin embargo, New Vegas me invitaba nuevamente, apelando a cada aventura vivida y, ¿porqué no?, también olvidada a esta altura.

Cómo las excelentes (y me quedo corto) que pueblan las expansiones, llamadas hoy en día DLC’s. Cosas como Old World Blues, una de ellas, o la historia del Sierra Madre, ya no sólo destacan dentro del juego mismo. Son dignas por peso propio de destronar a sagas enteras de su lugar de preferencia en la memoria y gusto de muchos gamers.

Pelado, sin aditamentos ni expansiones, New Vegas ya es digna de llamarse Obra Maestra. Aún así, con tanto mod y DLC dando vueltas, la experiencia mejora aún más, si eso cabe dentro de lo posible siquiera. Unos nos dan una serie de mejoras, en muchos casos del tipo accesorias o técnicas, los mods. Los otros, nos alargan las horas de juego que por momentos se hacen interminables, pero que tristemente terminan, como todo en esta vida.

Además de los DLC’s, que sí había jugado, esta vuelta iría de la mano con cosas que no tuve antes, los todopoderosos mods. Entre ellos puedo recomendar brevemente Fallout Character Overhaul, para mejorar los rostros, EWI Big Texture Pack, realzando las texturas (reemplazable también por el proyecto Ojo Bueno), Nevada Skies que deja bonitos los cielos, lunas y estrellas (además de añadir efectos climáticos), y otros tantos más. Para algunos necesitaremos NVSE, una serie de cambios al script primario del juego. De animarnos a hacerlo, cosa bastante fácil en realidad, podremos usar también Project Nevada, el más famoso y ambicioso mod para New Vegas.

Todas estas cosas son completamente accesorias. Aunque sería muy entendible invertir un poco de tiempo inicial para disfrutar más las casi 200 horas de juego ilimitado, fresco y continuo después. La graphic whore de nuestro interior lo agradecerá.

(Con unos cuantos mods, New Vegas del 2010 le da pelea gráficamente a cualquiera en 2014)

Es muy justo que yo vaya cerrando, por el principio. Aún no me aventuro de lleno nuevamente en aquellas tierras perdidas de un futuro roto. Pero cada vuelta de esquina, casucha abandonada o radio posible de escuchar, trae recuerdos. Sensaciones que me son muy difíciles de explicar. Tal y cómo dijera Transparent Radiation, New Vegas me está «murmurando sobre un cambio de mareas, equipando mi viaje continuo«. Yo sólo espero que las corrientes del gaming me vuelvan a llevar a lugares, a puertos tan lindos como esos, que tienen «una sensualidad que no puedo explicar«.

Un verdadero oasis radioactivo, en una era de juegos descartables. La Prescripción Perfecta. Invitados están todos a acompañarme y bañarse en la radiación transparente.

Nos vemos en el Desierto del Mojave.