Cuando Apple presentó el iPhone por primera vez, redefinió el mercado de los smartphones, cambiando el foco en features de hardware, hacia una primacía del software. Tres años más tarde, al introducir el iPad, ya no hubo un cambio radical, pero igual se notó la influencia de la compañía: las tablets que hasta entonces eran “smartphones estirados”, por lo general de 7 pulgadas, con baterías de entre 5 y 7 horas de uso, cambiaron hacia características similares a las propuestas por los de Cupertino.
Pero esta vez, con la presentación del Apple Watch, la compañía no logró estar a la altura de su propio estándar.
Y mucha gente lo sabe, siendo esta una de las razones por las que la campaña en Kickstarter de Pebble duplicó su cantidad de backers tras el reciente evento de Apple: ¿por qué pagar 400 dólares por un smartwatch cuando se puede tener uno igual de funcional, pero con 6 días más de batería por la mitad del precio?
Eric Migicovsky, fundador de Pebble, tiene bien clara la otra mitad de la moneda. Producto innovador o no, la entrada de Apple al segmento le da validez a los ojos del público. Hace que la gente le preste atención a los smartwatches en general, en especial los usuarios de iOS. Y para aquellos que se sientan decepcionados por esta primer iteración, o quienes simplemente quieren una opción más accesible, están las alternativas como Pebble.
Pero justamente esta es la razón por la que Steve Jobs no entraba a un mercado a menos que tuviera un producto único entre manos: aquellos que no fueran seducidos por la oferta de Apple, estarían siendo guiados directamente hacia la competencia. Y posiblemente este sea el caso del Apple Watch para muchos, por más que el producto se venda en grandes cantidades.
Cargador con clip magnético, rueda para hacer zoom y aplicaciones para enviar dibujos y pulsaciones no bastan para hacer una diferencia tangible. Suena más bien a la clase de características vacías que podrían esperarse de una marca como Samsung. Y aunque el diseño siempre supo ser un diferencial de la compañía, esta vez tampoco pudieron ofrecer algo único en ese sentido. Incluso puede discutirse la existencia de diseños mejores, como los del Moto 360 y el Audi watch by LG.
Desde luego, no todo son críticas. El producto parece tan sólido como cualquier otro smartwatch del 2014, y cuenta con opciones de tamaño y materiales que sería bueno ver en las ofertas de Android. Incluso podría decirse que es curioso que sea Apple el que tenga una propuesta más variada alrededor de su producto, cuando siempre fue el ecosistema de Google el que se destacó por ofrecer más opciones.
Pero como señalan en The Verge, Apple no está vendiendo el producto, sino el status que su marca posee. Smartwatch de 10.000 dólares (si, hay una versión de oro oficial que cuesta esa suma) y MacBook dorada ultrafina mediante, el gigante se muestra como una marca de lujo, igual que Ferrari en el mundo automotor, o Rolex con los relojes. Pero justamente son estos ejemplos los que dan por tierra con el argumento del lujo para defender los precios del Apple Watch.
En cualquier otro segmento, las marcas de lujo ofrecen productos premium que no solo destacan por el valor de la marca, sino por tener un salto cualitativo en la calidad de su ofrecimiento. Un motor Ferrari tiene mayor potencia que el de un auto de calle, un Rolex tendrá mayor precisión y durabilidad. ¿Cuál es el gran diferencial del Apple watch?
Como yo lo veo, la diferencia entre las ofertas de Apple y Pebble, es la misma que hay entre auriculares Beats y Sennheiser: uno luce bien, el otro cumple mejor con la función que debe llevar a cabo. Desde luego, queda en cada cual pagar por lo que considera más importante. ¿Pero no deberían tener precios similares de todos modos?
La contradicción
El problema tal vez esté en que Apple fabricó un smartwatch, pero trata de vendernos un reloj de lujo. Tiene todas las funcionalidades del primero, pero también sus complicaciones: batería insuficiente, interacción excesiva y rápida obsolescencia.
Sobre la batería, la mejor explicación que encuentro es que tanto Apple como Google tratan de ofrecernos un nuevo gadget con artículos para vender, como watchfaces y aplicaciones. Para lo cual necesitan que el smartwatch se vea y se sienta de alguna forma como un pequeño smartphone.
En ese sentido, una pantalla de e-Ink como la del Pebble no es capaz de lograr el efecto, más bien se parece a la de los clásicos relojes digitales. Y por más que el nuevo modelo incorpore una pantalla color, todavía no puede compararse con la calidad que ofrecen las pantallas AMOLED o LCD.
Desde luego, la tecnología de la pantalla también repercute en la interfaz del software. Algo que todo fabricante seguramente ha tenido en cuenta al elegir el camino a seguir: cuanto mejor luce la interfaz, más atractivo se vuelve el producto. Hay una elección a favor de una UI atractiva, que da por tierra con la usabilidad del producto.
Esto puede resultar más fácil de comprender cuando se toma en cuenta su origen: Apple y Google se especializan en software, mientras que Pebble obtiene sus ingresos con la venta del hardware. Es lógico que este último quiera ofrecer un producto final más práctico, mientras que los dos gigantes optan por mejorar la vidriera de software a expensas de la eficacia del accesorio.
UI atractiva y aplicaciones potentes llevan a que el usuario interactúe mucho más con un smartwatch de lo que haría con un reloj tradicional. Otro error que va en contra de la batería, e incluso contra el propósito del producto, en mi opinión.
Inteligente o no, un reloj posee una pantalla pequeña, por lo que idealmente debe usarse para informar. Mostrar la hora, la fecha, la temperatura. Alertar de mensajes, llamadas y otras notificaciones, para que el usuario pueda decidir si vale la pena sacar el teléfono del bolsillo, pero no mucho más.
Leer y responder mensajes puede sonar práctico, pero no es ideal. Mantener el brazo levantado para ver la pantalla de un reloj es más incómodo que hacerlo para mirar el teléfono, porque implica también levantar el codo. Y eso sin tener en cuenta los problemas de interacción y legibilidad que acarrea el tamaño del dispositivo.
Uno creería que el uso de una pantalla de alto consumo llevaría a los fabricantes a mantener la interacción entre el usuario y su smartwatch al mínimo, pero queda claro que no es así. Conceptos híbridos como el Kairos, o relojes con notificaciones como el Cogito watch y el MB de Hewlett-Packard serían en mi opinión la mejor combinación de usabilidad y buen diseño, pero está claro que productos de esta naturaleza no están hechos para generar ventas de aplicaciones o watchfaces.
Finalmente, la obsolescencia es un factor que prácticamente no existe entre los relojes de lujo. Por el precio de un Apple Watch, puede adquirirse fácilmente un reloj cuyo diseño y durabilidad se mantengan vigentes durante décadas. En el caso de un smartwatch, dicha vigencia se mide tan solo en meses.
Idealmente, los fabricantes como Apple, Motorola o Sony, presentarían un smartwatch all rounder, uno deportivo y otro de lujo, alternando una nueva iteración de cada uno por año, de forma que todos mantengan su valor percibido por un período de dos años. Pero nuevamente los fabricantes van a preferir renovar este nuevo producto a un ritmo anual, ya que la tecnología avanza y por mucha variedad de materiales y mallas que tenga el smartwatch, no deja de ser un gadget.
Con estos problemas, gastar U$D 400 en un producto que al año ya va a perder ese status por el que se está pagando, y que necesita ser cargado todas las noches para, tal vez, llegar hasta el final del día sin que se agote la batería, simplemente parece una mala inversión. Las versiones de Android, por suerte, mantienen un precio más razonable.
El futuro del segmento
Hace poco Tag Heuer, una reconocida marca de relojes suizos, anunció estar trabajando junto a Intel en un smartwatch de lujo con Android Wear. Y mientras que toda crítica hacia el Apple Watch mencionada anteriormente puede ser dirigida también hacia este futuro esfuerzo en caso de que cometan los mismos errores, creo que es posible pensar en beneficios para todo el segmento en caso de que este trabajo conjunto tenga éxito.
Que por fin se termine la precariedad de los smartwatches, sería uno de ellos. La realidad es que a pesar de la mejoría que hubo en los productos presentados recientemente, los usuarios siguen sin volverse locos por comprar uno, y lejos de agotar stock, hay marcas como LG que incluso están regalando su smartwatch a quienes compren su último smartphone, indicio de que no han podido venderlos.
Un entusiasta dirá que los smartwatches llegaron para quedarse, pero lo mismo se pensó de los televisores 3D, hoy casi extintos. Películas que nunca vieron su secuela, series de TV que son canceladas: no importa cuan buena sea una idea, si el público no responde, se la deja de lado. Esa es la naturaleza del mercado, y estos modernos accesorios todavía se encuentran en peligro.
Es importante que los fabricantes puedan darle al usuario algo que les haga sentir que vale la pena comprar. Hasta ahora la funcionalidad no lo está logrando. Notificaciones y llamadas, sensores cardíacos y cuenta pasos, herramientas útiles, pero que no logran imponerse como necesarias. El usuario promedio probablemente vea al smartwatch como un feo reloj con funciones extra que no valen la pena su precio.
Apple y Google saben que el rumbo a tomar entonces es otro: vender el diseño, el accesorio, y no la tecnología. De esa manera, la gente puede estar dispuesta a comprar el reloj, que casualmente podrá hacer más que medir el tiempo. Pero como expliqué anteriormente, el producto no puede tener problemas de smartwatch. El diseño no tiene que envejecer, la batería tiene que durar por lo menos una semana, y tanto hardware como software tienen que optimizarse para notificar, no para hacer.
Por suerte ya hay marcas como Vector, que trabajan en lograr que sus baterías tengan un mes de duración por carga, tal vez acaso manteniendo una pantalla más cercana a los requerimientos de un equipo con Android Wear. Si a esto le sumamos un rango de precios que parte desde los U$D 200, y compatibilidad multiplataforma, bastará con un diseño aceptable para despertar el interés de más de uno, bien lo ha demostrado el Pebble Time.
Si a estas características le sumaramos un diseño hecho por Tag Heuer, definitivamente tendríamos un ganador. Lo querrían todos, sin duda, pero su precio estaría rondando los U$D 500. ¿Cómo se beneficia así el segmento?
El mayor problema es que actualmente tenemos smartwatches que lucen bien, pero que tienen baterías cuya duración se mide en horas; o alternativas que duran un mes sin tener que volverlo a cargar, pero cuyo aspecto deja que desear, tanto en hardware como en software. Y al notar esto, uno siente que la intención es buena pero que la tecnología se encuentra limitada, algo que definitivamente no ayuda a conseguir ventas.
Pero si este equipo ganador del que hablábamos logra convertirse en éxito de ventas dentro del sector al que apunta (consumidores con cierto nivel adquisitivo), aseguraría la supervivencia del smartwatch como categoría porque inmediatamente cambiaría el rótulo de todo producto existente de “experimento” a “accesorio funcional”.
La gente simplemente se dirá a sí misma que su smartwatch dura poco o tiene dudosas elecciones estéticas porque es barato, dirigiendo las críticas hacia su accesorio en particular, en vez de a todo el segmento en general: no podrán hacerlo de otra manera porque habrán visto que el buen smartwatch existe, sólo que eligen no pagar por él.
De esta manera, creando una confianza del consumidor hacia el segmento, los fabricantes posiblemente se animen a ofrecer más variedad, tanto en precio como en características, ya que hasta ahora sólo se han visto iteraciones del mismo smartwatch con distinto aspecto.
Hay un futuro prometedor para estos relojes inteligentes, uno con mayor variedad de precios y diseños; solo hace falta que los fabricantes sean inteligentes también y sepan hacer lo necesario para alcanzarlo.
Las tablets nacieron como una respuesta en la limitación de los smarphones en tamaño de pantalla para realizar ciertas tareas. Esto se compenso bastante cuando estos pasaron de tener menos de 4″ a tener mas de 5″.
Querer trasladar esa funcionalidad a algo del tamaño de un reloj es un error absoluto y ya demostrado.
El reloj es un producto solido y constante, que se mantiene en el tiempo, el smartwatch es todo lo contrario. El verdadero reloj «smart» es el que tiene funcionalidades estrictamente concisas y directas, que no varían con el tiempo. Para que eso suceda, es necesario un estándar sencillo y confiable. Algo que parece que a las companias actuales no les interesa consolidar.
Ademas, no puedo entender como Apple teniendo el concepto original basado en uno de sus propios productos(iPod mini), no hizo incapie en aprovechar las bases que el mercado le dio a su propio producto. En cambio, se dedico a copiar(mal y 4 años tarde) los errores de los demás fabricantes. Pudiendo vender un iPod de U$D 50 a U$D 200 hubiese tenido mucho mas éxito, que tratando de venderte un producto a 400 cuando la competencia trata de bajar de los U$D 300.
A menos que alguien se avive y estandarice el modelo. No hay forma de que los smartwatches tengan éxito.
Es simple: Apple sin Steve ya no es Apple….