Cuando era pibe, todos los días pasaba por los kioskos de revistas. Era un fanático de los videojuegos y la única forma que teníamos de enterarnos de las novedades era comprando revistas. Durante un tiempo tuvimos las Action Games, pero luego terminamos por años comprando Club Nintendo (de México), Hobby Consolas y Super Juegos (España). Por lo general estas revistas venían con 3 meses de demora pero así y todo traían novedades. Eran épocas donde Internet era casi una prueba de concepto.
En un momento de esta historia me hice fanático de Nintendo. Creo que fue por la forma en la que escribían los redactores de Club Nintendo. Axy y Spot eran los videojugadores que escondían sus verdaderos nombres y con eso generaban cierto misterio en nosotros, los lectores. Por aquellos tiempos yo pasaba de tener un Family Game a una SEGA Genesis, pero soñaba con una Super Nintendo que a medida que pasaba el tiempo cada vez tenía mejores juegos pero a la vez era innacesible para el bolsillo del argentino promedio.
De chico, yo era más de los que iba a ver cómo jugaban los demás que a jugar. A los arcades (o a los locales donde se alquilaban las consolas por hora (no me quiero imaginar lo rompebolas que debo haber sido aunque les recomiendo leer «el día que me rajaron de un local de arcades«). Era un pibe feliz, ojo, pero en casa no sobraba la plata y si bien me sabía un montón de cosas sobre un montón de juegos y consolas, jugaba muy poco. Culpa de (o gracias a ) esto, llegué a tener muchas cuestiones pendientes (jugar y tener consolas y juegos). Una de ellas fue tener la primer consola portátil de Nintendo que tanto me maravillaba y que por entonces era un objeto muy difícil de encontrar o siquiera ver en el país.
Nintendo sacó a la venta al Game Boy en 1989. El equipo que se encargó de diseñarla fue el mismo que años antes había hecho los maravillosos Game & Watch que ahora son un objeto de colección. Con una capacidad técnica que se asemejaba al Nintendo Entertainment System original (NES) pero con una pantalla monocromática similar a la de una calculadora científica la consola no se destacaba justamente por disponer de tecnología de punta y en ese sentido quedó aún más relegada con la llegada de la Atari Linx y la Game Gear de SEGA. Sin embargo y a pesar de todas sus limitaciones, la pequeña de Nintendo sacó a su competencia litaralmente – y nunca mejor dicho – del juego debido a 2 factores: la usabilidad y los juegos.
La Game Boy era vetusta, grande, con una «aburrida» pantalla monocromática pero a la vez contaba en su catálogo con el as de espada y el de basto: Tetris y Super Mario Land. Eran juegos pensados para la consola que la convertían en un must, un obligado si te gustaba jugar en la escuela, en el colectivo o en el parque.
Las demás portátiles tenían juegos pensados para las consolas mayores y se comían las pilas en un par de horas, pilas que por entonces no se recargaban y tampoco eran baratas. Una vez pasado el hype, la Game Gear y la Linx por lo general se convertían en pisapapeles mientras el Game Boy seguía siendo un objeto para jugar mientras no estabas en casa y lo mejor, sin aparente fecha de caducidad.
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Compré mi Gameboy en el 2000, 11 años después que fuese lanzado el original y un lustro luego de que ese modelo, mejorado, saliera a la venta. Conseguí el Gameboy Pocket en un foro de videojugones en un estado absolutamente inmaculado y lo mejor: en el color gris plata que siempre quise. Junto con él, Super Mario Land, F1 Race y Wario Land: Super Mario Land 3. Por entonces la fábrica de sueños japonesa ya había creado 100 millones de consolas, muchas de las cuales todavía seguían siendo utilizadas. Eso fue lo mágico del Game Boy, una consola con la capacidad técnica de una NES conectada a una TV Blanco y Negro siguió vendiendo máquinas por 14 años y se seguía sintiendo fresca a pesar de los año. Su reinado duró muchísimo para lo que se considera la vida media de una consola y en 2001 fue sucedida por el retro-compatible Game Boy Advanced, que también fue un éxito de ventas ya que mantuvo las bases simples de su predecesora pero acorde a los tiempos que corrían. Sin dudas nada de esto hubiera sucedido si los nipones no dotaban de cierta magia a esta pequeña calculadura, magia que se despierta cada vez que uno corre el interruptor de OFF a ON y suena la «moneda de mario» mientras baja un pixelado Logo de Nintendo presentando el cartucho que hemos insertado.
Por cierto, si quieren ver una buena película que toca, por el costado, el desarrollo de la Game Boy, miren Tetris.
Gracias Game Boy, fuiste y serás la más influyente consola portátil de la historia.
Felices 35 años, adiós y hasta la próxima.
En 2001 llegó a mis manos una GBA yo iba en primero de secundaria y recuerdo que ahorré lo que ganaba como empacador (cerillo en México) para comprar una.
Era una proeza técnica llevar juegos de la calidad de SNES en el bolsillo.
La primer portátil posta-posta que pude tener, fue una Nintendo DS Lite usada. Antes jamás había tenido una Gameboy o GBA, pues eran carísimas para mi realidad económica familiar, y por eso mismo crecí sin darles bola.
Pero ¡Que locura! Lo que hace Nintendo con este tipo de consolas es impresionante. Mucha gente que no tuvo consolas portátiles dice que «es lo mismo» jugar en el celu emulado, pero los botones físicos, la sensación, TODO, es impresionante. Por algo luego me compré la New 3ds XL y ahora tengo (aparte de una pc que mueve juegos «pulenta» y una PS4) una Switch.
De por si, Nintendo experimentó generando juegos muy interesantes siempre pensándolos como algo divertido y único, pero lo que hizo con la familia DS fue una lcoura, llevando la jugabilidad y experiencia a mundos inexplorados antes. ESO realmente lo vuelve inemulable, porque no se puede vivir de la misma manera.
La switch nos trae algo similar al poder continuar la partida en el dock, pero tengo que reconocer que me dolió un poco la muerte de la familia DS por las posibilidades que nos daba la doble pantalla: tener juegos DISTINTOS al resto.