Si existe un formato que se ha vuelto un estándar indiscutible en los últimos 15 años, fue PDF.
Aunque no lo crean, a finales del milenio pasado no era un estándar tan conocido cómo ahora, pero sus múltiples ventajas – sumado al hecho de que tenga a un gigante cómo Adobe detrás – lo fue insertando en el mercado y por sobre todo, en la mente de las personas.
El famoso formato para documentos y libros electrónicos PDF (Portable Document Format, o Formato de descripción de página) es conocido por el hecho de que los documentos en PDF tienen el mismo aspecto incluso en sistemas fundamentalmente diferentes (por ejemplo iOS, Android, PC y MAC).
Es por esto mismo que se lo usa para la creación de trabajos prácticos, CVs, manuales y hasta libros electrónicos (aunque para esto último no me parece la mejor alternativa sinceramente). Y lo mejor de todo, es que desde que tanto Office – si mal no recuerdo en un Service Pack de la versión 2003 – y Google Docs permite exportar a PDF, cualquier persona que sabe utilizar medianamente una computadora puede crear una versión electrónica de un documento o libro y compartirlo con quién quiera.
Todo muy lindo, hasta que toca editar
El gran problema del formato PDF es también su mayor virtud: es casi imposible editar archivos PDF. Si bien existen programas y servicios para modificar PDF’s, la idea detrás del formato es que, justamente, se mantenga inalterable desde el momento que fue creado. Repito, es la idea, ya que no es posible editar PDF de forma nativa.
Sin embargo, existen algunas herramientas que permiten hacer algunas modificaciones a un archivo PDF. Obviamente no es posible hacer cambios del tipo «modificar la tipografía del título» o agregar y/o quitar imágenes – algo que sería propio de un editor de texto cómo Word – así que no soñemos con eso todavía, aunque sí, se pueden hacer cosas.
A los PDFs se los puede achicar (sacar páginas), también se los puede mergear (crear PDF’s de varios PDF’s), se los puede comprimir (aunque esto a veces deviene en una calidad bastante mala) y hasta se pueden numerar las hojas o poner marcas de agua. Sería algo así cómo comprar un libro físico: podés meterle cosas, pero es difícil cambiarle sin que se note.
Ahora… En caso de una necesidad extrema, existen softwares que tienen la capacidad de extraer el texto de un PDF (cuándo éste está escaneado, principalmente) a través de OCR. La magia está en que el software básicamente «copia palabra por palabra» desde el PDF a un archivo editable.
El gran problema: cuando un PDF tiene clave
Existen un sinnúmero de situaciones en las cuales es necesario abrir un archivo PDF que tiene clave, pero voy a recordar la más inverosimil: cuando me encontré con un PDF de hace años de un contrato que tenía que reescribir.
Por lo general, cuando todo lo que tiene información sensible, mía o de otra persona, lo tengo protegido. Así que comencé a hacer pruebas con las «típicas claves que uso para todo» y no había caso. El archivo PDF en cuestión era demasiado viejo, y ya no recordaba las viejas claves que usaba para todo por entonces.
Para ese tipo de situaciones se pueden utilizar herramientas online para desbloquear PDF cómo la de Format PDF, un sitio web que además de múltiples herramientas para hacer cosas cómo las que mencionamos anteriormente, permite acceder a archivos PDFs encriptados.
Como no existe «saltearse la encriptación», lo que hace es probar una serie de contraseñas comunes, y alteraciones. Es decir, «a fuerza bruta». Es algo muy parecido a lo que hacen aplicaciones cómo John the Ripper, pero para archivos PDFs y además, apto para todos.
Lo mejor, es que me funciono, porque de todas las contraseñas no se me había ocurrido probar las más básicas.