Sinceramente, ya no recuerdo exactamente cuál fue el primer modelo de ThinkPad que vi, pero sí recuerdo la sensación que me generó. Si me apuran, diría que fue una ThinkPad T40 a principios de los 2000. Fue amor a primera vista: un diseño sobrio, negro y cuadrado, que destilaba solidez por todos lados. En aquella época las notebooks recién dejaban de ser un lujo de gerentes y empezaban a llegar al común de los mortales, y esa ThinkPad tenía todo lo que había leído en las revistas de computación de la vieja escuela (PC World, Users, etc.) que son: construcción robusta, estética understated (nada de lucecitas ni alardes), y sobre todo se notaba que había sido diseñada como un todo integrado y coherente, no como ese popurrí de partes mal encajadas que veía en otros equipos de la época.
Aquella primera impresión marcó el inicio de una larga relación con las «cajitas negras» de por entonces IBM (y luego compraría Lenovo). Pasaron los años y varias ThinkPads por mis manos. No fueron docenas, pero cada vez que caía una para reparar o instalarle algo, más me encariñaba. Eran como los viejos Nokia en el mundo de las Notebooks tanques de guerra. Disfrutaba reinstalar sistemas operativos, agregar algo de memoria y, claro, rara vez tenía que hacer alguna reparación de hardware ya que esas máquinas prácticamente no se rompían. Por entonces a lo sumo había que arreglar algo de software, porque físicamente eran indestructibles. Recuerdo que un amigo que vendía laptops corporativas hacía una demostración poco ortodoxa con las ThinkPad serie T: frente al cliente, ¡le pegaba un piñazo al teclado para probar su resistencia. Sorprendentemente, la máquina aguantaba como si nada; era lógico, debajo de ese teclado había un chasis interno de magnesio protegiendo todo y un disipador de cobre enorme absorbiendo el calor. Las bisagras de la pantalla, encima, eran de titanio en modelos como la T40/T41. Detalles así forjaron la leyenda de durabilidad de ThinkPad, al punto de que la NASA las llevó al espacio en múltiples misiones. En los 90s IBM incluso difundía comerciales mostrando cómo sus portátiles sobrevivían a incendios, robos y todo tipo de catástrofes. La fama de ultraconfiables se la tenían bien ganada.
Tanques de guerra: durabilidad a toda prueba
Hay una razón por la que muchos entusiastas llaman a las ThinkPad «tanques». Estos equipos históricamente han pasado por pruebas extremas de resistencia que otras marcas ni se molestaban en hacer. Desde los tiempos de IBM, cada ThinkPad debe superar tests militares (MIL-STD 810). Lenovo siguió esa tradición: por ejemplo, el último ThinkPad X1 Carbon está certificado bajo estándar MIL-STD 810H. Esto significa que soporta golpes, vibraciones, altas y bajas temperaturas, humedad y hasta altitud, más allá de lo que una laptop común enfrentaría. En el día a día, esa filosofía de construcción se traduce en fiabilidad: puedes llevarla de viaje, apretarla en la mochila, usarla en el taller o en la facultad, sin tratarla con excesivos cuidados, y la máquina aguanta.
Lo viví en carne propia: todavía conservo mi querida ThinkPad T60 (lanzada en 2006) y funciona como el primer día. Ha sobrevivido caídas y maltratos varios. Una anécdota personal: una vez, recién mudado, dejé mi T60 funcionando sobre una mesa pequeña. Se largó una tormenta terrible mientras yo no estaba, y cuando volví había ocurrido un desastre. Había quedado un cable de red apoyado sobre el teclado, y la lluvia intensa se coló por la ventana mal cerrada… Para cuando llegué, la notebook estaba literalmente sobre un charco de agua. Casi me agarra un infarto al verla así. Pero ¿adivinen qué? La ThinkPad sobrevivió. Estas portátiles tienen un sistema de drenaje debajo del teclado – una suerte de canales y orificios – diseñado justamente para salvar la máquina de derrames de líquidos accidentales. El agua atraviesa el teclado y sale por debajo sin tocar los componentes críticos. Aquella vez, la sequé con paciencia, la dejé ventilar, ¡y al encenderla funcionó como si nada hubiera pasado! Ni la motherboard ni el disco sufrieron daño gracias al drenaje (y quizás a una pizca de suerte). Esa característica que muchos podrían tildar de boludez o exageración de marketing, a mí me terminó de convencer de que la ThinkPad estaba pensada para durar años. Al final, esos detalles “para despistados” tarde o temprano hacen la diferencia entre una laptop muerta y una que sigue dando batalla.

La resistencia estructural de las ThinkPad se nota también en cosas simples: la solidez de la bisagra, por ejemplo. Mientras en muchas notebooks de consumo uno tiene miedo de abrir la tapa muy seguido por si cede la bisagra, en una ThinkPad clásica (serie T, X) la bisagra es firme, metálica, sobredimensionada. Puedes abrir y cerrar mil veces que no toma juego. De hecho, modelos antiguos como la T41 mencionada venían con bisagras de titanio. Otro detalle: la carcasa de muchas ThinkPad usa materiales compuestos como fibra de carbono en la tapa y aleación de magnesio en la base. No es plástico ordinario. Esa combinación logra un equilibrio entre peso liviano y rigidez. Un ThinkPad actual como el X1 Carbon emplea “fibra de carbono de grado aeroespacial” en su chasis, lo que lo hace más liviano pero también más resistente que si fuera sólo aluminio. ¿Por qué no aluminio, que tan de moda está? Porque el aluminio se abolla o deforma con los golpes fuertes. Una ThinkPad prefiere materiales que absorban el impacto. En mi experiencia, un golpe que podría dejar a una MacBook Pro con el chasis abollado, probablemente a la ThinkPad le cause apenas un rasguño en el acabado. Y francamente, prefiero un rayón antes que un chassis torcido. De hecho, conozco casos de ThinkPad que sobrevivieron caídas que habrían hecho trizas a una laptop unibody de aluminio.
¿Significa esto que otras marcas no son durables? No exactamente. Una MacBook Pro actual es un dispositivo muy bien construido y “durable” en el sentido de que no se va a desarmar sola; pero su diseño está pensado más en la estética premium que en la rudeza. Una Mac es fina, de aluminio pulido, hermosa a la vista, pero no te la imaginas cayendo de un escritorio sin consecuencias. En cambio, las ThinkPad siempre tuvieron esa pinta rústica de herramienta de trabajo. No ganarán un concurso de belleza, ni te van a decir “qué linda notebook tenés” al ver la clásica mole negra sin brillo, pero esa apariencia es engañosa: por dentro son tanques listos para la guerra cotidiana. Lo mismo va para la Dell XPS: son máquinas excelentes en desempeño, con un diseño elegante (combina aluminio y fibra de carbono en algunas partes) y pantallas hermosas, pero Dell apunta más a la portabilidad y estilo en la XPS. Una XPS 13, por ejemplo, es súper compacta, pero eso implica que algunas piezas sean más frágiles o difíciles de reparar, y no presume de estándares militares como una ThinkPad. Por su lado, las HP EliteBook sí compiten más de cerca en el terreno empresarial: chasis de metal (magnesio/aluminio) robustos y también certificaciones de durabilidad. Son muy buenas máquinas – he visto EliteBooks bancarse trotes importantes – pero aun así, la ThinkPad tiene a su favor años de know-how en diseño interno para proteger componentes y una filosofía de ingeniería que prioriza la longevidad. No por nada la marca ThinkPad ha sobrevivido décadas y 60 millones de unidades vendidas ya en 2010.
En resumen, en cuanto a durabilidad estructural las ThinkPad sobresalen por su construcción aguerrida y detalles pensados para evitar catástrofes (chasis reforzado, teclado a prueba de derrames, etc.). Para alguien medio despistado y exigente como yo, eso vale oro. Sé que por más que la use intensivamente (o sufra algún accidente menor), es menos probable que termine con una laptop destrozada. Otros fabricantes han mejorado en este aspecto – ya casi todas las portátiles premium dicen tener pruebas MIL-STD y demás – pero en mi experiencia la mística ThinkPad sigue un escalón arriba en cuanto a aguantarse el maltrato del uso diario.
Reparabilidad y modularidad: hechas para meter mano
Otra de las grandes razones por las que prefiero ThinkPad es porque, sinceramente, me dejan meter mano sin drama. Me considero un entusiasta del hardware. Desde los 15 años que desarmo computadoras y armo algunas otras. De hecho, trabajé muchísimos años de esto. Me gusta poder actualizar componentes, reemplazar piezas dañadas y en general extender la vida útil de mis equipos. En las ThinkPad clásicas, esto es parte fundamental de su diseño. IBM y luego Lenovo siempre ofrecieron guías de servicio y despieces completos para sus modelos – los famosos manuales de hardware (Hardware Maintenance Manual) disponibles para cualquiera. Es decir, desde el vamos el fabricante espera que técnicos (o usuarios curiosos) abran la máquina y reemplacen partes.
Si uno abre, por ejemplo, una ThinkPad T60 o T61 (por nombrar modelos emblemáticos), se encuentra con un interior organizado y simple: los componentes están dispuestos con lógica, con tornillos estándar fácilmente accesibles. Quitar el teclado, cambiar el disco o la RAM, o incluso extraer el ventilador es relativamente sencillo. Muchos modelos ofrecían módulos intercambiables, como bahías Ultrabay donde podías poner un DVD, o sacar el DVD y poner un segundo disco duro o una batería extra. Esa modularidad perfecta hacía felices a los técnicos y usuarios avanzados. Recuerdo que con un destornillador Phillips común podía desarmar media laptop sin riesgo de romper nada, porque no había cables ocultos ni pestañas endiabladas; todo estaba pensado para ser mantenido.

Lamentablemente, el mercado general de laptops fue yendo hacia el lado de la ultrabook delgada y sellada, y las ThinkPad modernas no son ajenas a esa tendencia. Hoy en día muchas vienen con RAM soldada, baterías internas y diseños más compactos. Pero incluso así, Lenovo mantiene un cierto grado de reparabilidad muy superior al promedio. Por ejemplo, la reciente ThinkPad T14/T16 Gen 3 (2023) permite reemplazar con facilidad el almacenamiento y en algunos casos la RAM, tiene batería removible (con unos tornillos, no soldada), e incluso el teclado es modular y se puede cambiar sin destrozar todo el equipo. Los expertos de iFixit suelen darle buenas notas a las ThinkPad por estas razones. De hecho, un modelo empresarial como la ThinkPad T16 obtiene elogios por su “alta modularidad” y procedimiento de reemplazo de teclado best-in-class. En español simple: son de las pocas portátiles modernas donde todavía puedes hacer actualizaciones o reparaciones importantes sin necesitar un máster en microelectrónica.
Comparemos esto con una MacBook Pro. Apple, buscando la delgadez extrema y la integración, sacrifica totalmente la reparabilidad. Todo viene soldado o pegado: memoria soldada, almacenamiento soldado, batería pegada al chasis, teclado integrado al topcase con remaches, etc. Si algo falla fuera de garantía, prepárate para una visita costosa al Genius Bar, porque como usuario común poco puedes hacer. Es irónico, porque una MacBook puede tener un rendimiento bárbaro y durar muchos años funcionando, pero si se arruina una tontería (ej. un puerto USB, o quieres más RAM a futuro), no tienes opción de meter mano. Para mí, que vengo de la cultura “PC” de abrir y mejorar, eso es un deal-breaker.
En las Dell XPS la cosa está un poco mejor que en Mac, pero tampoco para festejar demasiado. Las XPS (al menos modelos 15’’) suelen permitir cambiar el SSD y a veces la RAM (en algunos, no todos), lo cual ya es algo. De hecho, la XPS 15 de hace unos años fue elogiada por su diseño modular, logrando un puntaje de 9/10 en reparabilidad según iFixit. Sin embargo, en las ultrabooks XPS 13, por ejemplo, muchas veces la RAM viene soldada. Y Dell no provee la misma cantidad de documentación directa al usuario que Lenovo. Sí, hay guías comunitarias y foros, pero la filosofía de Dell con la línea XPS es más cerrada comparada con la línea Latitude o Precision (sus gamas empresariales). En cambio, Lenovo incluso en modelos de gama media como la serie E o L incluye manuales y facilita repuestos oficiales al público. Eso demuestra una cultura más amistosa con el reparador.
¿Y las HP EliteBook? Están en una posición similar a las ThinkPad T/E en cuanto a público objetivo (empresas, profesionales). HP suele publicar manuales de servicio también, y permite en varios modelos cambiar RAM, disco, etc. He tenido en mis manos alguna EliteBook donde la batería era extraíble y traía ventanitas para acceder a RAM sin mucho lío. Así que en reparabilidad HP juega bien. Aun así, en mi experiencia personal he encontrado diseños internos de HP más enmarañados (cables y conectores menos accesibles) comparados con la limpieza interna de una ThinkPad. Puede ser impresión mía, pero siempre que abro una Lenovo pienso «qué bien pensado está esto». mientras que con otras marcas a veces digo «¿A esto lo diseño un panadero?».
En definitiva, si valorás realmente poder extender la vida útil de tu inversión, las ThinkPad son aliadas ideales. Puedes empezar con una configuración básica e ir ampliando RAM o almacenamiento con facilidad. Si se rompe el teclado por desgaste, compras uno nuevo y lo cambias (Lenovo los vende como repuesto, al igual que ventiladores, bisagras, etc.). Ni hablar que existen verdaderas comunidades de fanáticos Thinkpaderos intercambiando piezas y consejos para mantener vivas máquinas de hace más de 10 años. Incluso hay grupos, como unos entusiastas en Shenzhen, que fabrican placas madre modernas para modelos viejos icónicos, permitiendo revivirlos con hardware actual. Todo esto es posible porque las ThinkPad ofrecen un diseño modular y documentación abierta. En cambio, intenta encontrar repuestos originales para una MacBook Pro fuera de Apple… misión casi imposible (hasta hace poco Apple ni vendía repuestos al público). Para mí, la tranquilidad de saber que si algo falla lo puedo reparar o reemplazar sin tirar la notebook entera, no tiene precio.
Materiales y diseño: más allá de la apariencia
Al lado de una Dell XPS de aluminio pulido o una MacBook Pro monolítica y plateada, la vieja ThinkPad de color negro mate puede parecer un poco aburrida. No hay nada malo en eso. Admitámoslo: estéticamente es un bicho raro en un mundo de ultrabooks estilizadas. Pero debajo de esa apariencia sencilla, las ThinkPad esconden detalles de diseño y materiales de primera línea. Ya mencioné la fibra de carbono y el magnesio que aportan robustez. Además, tienen un acabado exterior característico: ese tacto ligeramente gomoso en muchos modelos, que no es ni plástico barato ni metal frío, sino una textura pensada para ser agradable y práctica. No refleja luces, no acumula huellas fácilmente y resiste arañazos. Es un diseño «industrial» en el buen sentido. A mí me transmite que es una herramienta de trabajo seria.
Y luego está el teclado. ¡Uf, el teclado de las ThinkPad! Legendario, insuperable, épico. Si hay algo por lo que históricamente se elogiaron estas Notebooks es por su teclado, al punto que muchos lo consideran el mejor teclado en una laptop. Yo mismo, que paso horas escribiendo, puedo dar fe: las teclas tienen el recorrido justo, una respuesta táctil firme y un curvado ergonómico. Es un placer teclear en una ThinkPad, casi como usar un buen teclado de escritorio. Incluso modelos ultradelgados como el X1 Carbon logran una sensación de tecleo muy superior a la media. Aquí es donde muchas competidoras flaquean: Apple, por ejemplo, tuvo infames problemas con su teclado «mariposa» hace unos años; hoy lo solucionó con otro mecanismo, pero personalmente sigo sintiendo los teclados Mac un poco chatos. En cambio, cada ThinkPad que he tenido, desde una X220 hasta la T14 reciente, mantiene ese ADN de buen teclado. Para un escritor, programador o quien sea que use mucho el teclado, esto es ventaja clave.

Junto al teclado viene el otro sello ThinkPad: el TrackPoint, ese puntito rojo en medio del teclado. Al principio muchos lo subestiman («¿para qué quiero un palito rojo si tengo touchpad?»), pero una vez que le agarras la mano, es difícil volver atrás. Mover el puntero con un leve empuje del dedo índice, sin sacar las manos de la posición de tipeo, es comodísimo. En mi caso, siempre que uso una ThinkPad prácticamente ni toco el touchpad, el TrackPoint hace todo el trabajo fino con precisión. Otros fabricantes como HP y Dell incluyen dispositivos apuntadores similares en algunos modelos empresariales, pero honestamente ninguno tiene la sensibilidad y la tradición del TrackPoint de Lenovo (derivado del original de IBM). Es un detallito, sí, pero son de esas cosas que suman en el día a día. Mientras mis colegas con Mac o HP están haciendo malabares con gestitos en el trackpad, yo resuelvo el movimiento del cursor con el clásico puntito rojo y sus botones físicos. Simple y efectivo, como debe ser. Es tal el culto al TrackPoint que Lenovo lo ha mantenido incluso en diseños modernos 2-en-1 (algunas ThinkPad Yoga) donde convive con pantallas táctiles, etc. Aunque ultimamente están viendo si lo abandonan, creería que todavía no lo quieren sacrificar porque saben que su público fiel lo ama. Y sí, confieso que a mí ese gadget me ganó el corazón hace tiempo.
En términos de materiales externos, la competencia tiene enfoques distintos: MacBook prefiere aluminio unibody (bonito pero resbaladizo y propenso a rayarse), Dell XPS usa aluminio en carcasa y fibras de carbono en apoyamuñecas (se siente bien, aunque he visto que con los años ese recubrimiento de fibra de carbono puede desgastarse un poco en las esquinas), HP EliteBook suele usar magnesio o aluminio pintado (durable, aunque a veces la pintura se gasta). Cada uno tiene sus pros y contras. A mí, personalmente, el acabado negro mate de las ThinkPad me genera nostalgia y profesionalismo a la vez. Es como el traje negro clásico entre tanto vestido de lentejuelas flashy de otras marcas. No llama la atención, pero cumple su función con creces. Además, la sobriedad tiene su público: hay gente (me incluyo) que prefiere que su laptop no destaque en una reunión o en un café, sino que pase desapercibida. La ThinkPad es perfecta para eso, con su look ejecutivo discreto.
Por último, un detalle de diseño icónico: la lucecita roja del logo ThinkPad (el puntito de la “i” que se enciende). Es una tontería quizás, pero muchos le tenemos cariño porque es una pequeña firma de identidad (en modelos viejos era una luz de estado, en los nuevos es solo decorativa). Es como el heartbeat de la ThinkPad indicándote que está en reposo o encendida. Pequeños detalles retro que Lenovo mantuvo, guiños al legado IBM. En un mundo donde todos los portátiles tienden a parecerse, estos toques distintivos aportan personalidad.
Batería y longevidad: compañeras para muchos años
Hablemos de baterías, un aspecto crucial para la vida útil de una notebook. Aquí hay dos cuestiones: la duración de batería por carga (cuántas horas te da nueva) y la conservación de la batería con los años (cómo envejece).
En duración por carga, soy sincero: hoy las MacBook con chips Apple Silicon (M1, M2) están en la cima. Es increíble lo que logran; conozco MacBooks Pro que superan las 15-18 horas de uso ligero. Las ThinkPad, dependiendo del modelo, ofrecen buenas autonomías pero generalmente no alcanzan esas cifras estratosféricas de Apple. Mi ThinkPad T14 con procesador AMD, por ejemplo, me da unas 8 horas de trabajo de oficina, lo cual es muy aceptable pero no récord mundial. Así que en este punto objetivo, admito que la competencia (Apple especialmente) lleva ventaja en tecnología de ahorro energético.
Ahora bien, conservación a lo largo de los años es otro cantar. ¿De qué sirve que una laptop dure 18 horas recién comprada, si a los 3 años la batería está degradada al punto que apenas tiene 3 horas de autonomía? Ahí es donde entra a tallar la filosofía de diseño y las políticas del fabricante. Lenovo, pensando en entornos corporativos, siempre ha dado facilidades para cuidar y reemplazar la batería. Por ejemplo, muchas ThinkPads (en especial hasta hace algunos años) traían la batería extraíble: se acabó la batería, la sacas e intercambias por otra si tienes, o la quitas en 5 segundos y pones una nueva comprada por separado. Incluso podías llevar encima una batería de repuesto en viajes largos. En modelos más recientes con batería interna, Lenovo al menos te lo hace relativamente fácil para cambiarla: unos tornillos, desconectar un cable, y listo, batería nueva. No está soldada ni pegada con cola industrial. Es más, según iFixit, en la mayoría de ThinkPads actuales el procedimiento de cambio de batería es sencillo y considerado prioritario en el diseño.
Además, Lenovo ofrece herramientas para extender la vida útil de la batería vía software. Desde los tiempos de IBM ThinkVantage hasta la app Lenovo Vantage actual, existe la opción de establecer umbrales de carga. ¿Qué es esto? Básicamente le puedes decir a la laptop que no cargue la batería al 100% todo el tiempo, sino que, por ejemplo, la mantenga entre 50% y 60% si sueles usarla enchufada. Esto reduce el estrés químico de la batería y alarga su vida útil en ciclos. Muchos usuarios power activan esa función (llamada «Conservation Mode» o «Battery Charge Threshold») para que después de 3 años su batería conserve, digamos, 80-90% de capacidad en lugar de 50%. Es un detallito técnico que muestra una preocupación por la longevidad más que por impresionar en la góndola. Dell tiene algo similar en sus utilidades (modo «Primarily AC use»), e incluso Apple recientemente introdujo carga optimizada automática en macOS. Pero Lenovo lo ofrecía hace mucho y de forma manual configurable, lo cual a mí me resulta genial.

En mi caso concreto, la batería original de mi veterana T60 obviamente murió tras unos 4 años de servicio intensivo (aquella apenas daba 3 horitas nueva, otros tiempos…). ¿La solución? Compré una batería nueva (Lenovo vendía repuestos originales aún varios años después) y la máquina siguió andando. Con una MacBook de la época, habría implicado mandar a servicio técnico a que reemplacen la batería interna, con costo y espera. Lo mismo con una ultrabook sellada de cualquier marca. Con ThinkPad fue casi como cambiar las pilas a un control remoto. Hoy día, la ThinkPad X1 Carbon de última generación no tiene batería accesible desde afuera, pero sé que si la mía se degrada a los 2-3 años, puedo cambiarla yo mismo con un destornillador o llevarla a cualquier técnico sencillo (no es una operación que requiera microsoldadura ni nada exótico). Ese derecho a reparar la batería es importantísimo para la vida útil real de la portátil, porque ninguna batería dura para siempre.
Otra cosa a mencionar es que Lenovo suele ofrecer baterías de distintas capacidades para un mismo modelo. Por ejemplo, en la ThinkPad T480 podías elegir entre una batería de 24 Wh o una de 72 Wh (9 celdas) de alta capacidad. Incluso ese modelo tenía Power Bridge: una batería interna + una extraíble, de modo que podías cambiar la externa en caliente sin apagar la compu. ¡Un golazo para los que necesitaban 15+ horas lejos del enchufe! Ningún MacBook ni XPS jamás ofreció algo así, porque priorizan la delgadez sobre la flexibilidad. En cambio, Lenovo siempre pensó en esos usuarios viajeros o técnicos que valoran más la autonomía prolongada y la facilidad de recambio que la estética.
Por último, la gestión térmica y el cuidado del consumo en reposo también impactan en cómo la batería envejece. He notado que mi ThinkPad, al tener más opciones de configuración de energía en BIOS y Windows (planes súper ajustables, etc.), la suelo calibrar para que no se caliente demás cuando está enchufada. Eso evita calor excesivo en la batería (el calor es enemigo de las baterías). Eso es excelente.
También tengo otra teoría, esta vez es un poco volada y no tengo forma de demostrarla. Pero para mí las Thinkpads tienen mejor calidad de baterías que la mayoría de la competencia. Comparando con baterías de Dell Latitude por ejemplo y con la misma capacidad inicial, suelo notar que las baterías de las Thinkpads envejecen muchísimo mejor.
Resumiendo: en conservación de batería con el paso de los años, prefiero ThinkPad porque 1) puedo reemplazar fácilmente la batería cuando decaiga, prolongando la vida útil del equipo; 2) me brinda herramientas para cuidar la batería desde el primer día (umbrales de carga, etc.); y 3) ofrece opciones de baterías extendidas para quien necesite más horas sin sacrificar la laptop entera. No sirve de mucho una ultrabook sellada que a los 3 años aguanta poco encendida y te obliga a cambiar todo el aparato. Con ThinkPad, generalmente logras darle una segunda o tercera vida simplemente invirtiendo en una batería nueva, algo mucho más ecológico y económico que reemplazar todo el dispositivo.
Conclusión: la filosofía ThinkPad y por qué sigue siendo mi elección
Después de tantos años usando ThinkPads, uno podría pensar que es simple fanatismo ciego. Admito que durante mucho tiempo fui prácticamente un ThinkPad evangelist – de esos que llevan la camiseta puesta y las defienden a muerte. También reconozco que Lenovo ha tenido sus altos y bajos con la línea. Hubo una época, tras la compra de IBM en 2005, en que la calidad general de construcción bajó un peldaño (plásticos que se quebraban, teclados no tan gloriosos como los viejos, etc.). Aquello me dolió bastante, al punto que escribí alguna vez que «las ThinkPad ya no son lo que eran«. Sin embargo, con el tiempo Lenovo corrigió el rumbo en muchos aspectos y hoy las ThinkPad siguen siendo excelentes máquinas. Tal vez ya no sean indestructibles como las IBM de antaño, pero mantienen el espíritu. Y para mí, ese conjunto de cualidades equilibradas es difícil de encontrar en otra marca: dureza, buen teclado, opciones de upgrade, diseño práctico, y una comunidad fiel detrás.
He probado y usado portátiles de otras marcas a lo largo de los años. Las Dell, por ejemplo, me encantan en su línea Latitude y Precision (muy sólidas también), y las XPS me atraen por sus pantallas; las HP EliteBook me han sorprendido gratamente en rendimiento y acabados; incluso las MacBook, con toda su magia de optimización, me tientan por su batería y pantallas Retina. No voy a decir que las ThinkPad ganan por afano en todo porque no sería cierto. Cada una tiene fortalezas. Pero cada vez que tengo que elegir una laptop para uso personal o laboral, termino inclinándome por ThinkPad porque ninguna otra logra darme esa confianza total de que será mi compañera todoterreno. Sé que una ThinkPad me va a bancar el trote sin dar problemas: si viajo, no me preocupo de guardarla bien acolchada; si necesito más RAM, sé que podré ponérsela; si se me cae café, probablemente sobreviva; si la batería flojea, la podré cambiar. En definitiva, es una máquina que se adapta a mí, y no yo a ella. No tengo que tratarla como una pieza de cristal ni estoy atado a las especificaciones con las que salió de fábrica.
Además está el tema intangible del «feeling» ThinkPad. Quizás suene a verso, pero cada vez que abro una ThinkPad y veo encenderse esa luz roja del logo, o apoyo las manos en su teclado cómodo, siento que estoy con una vieja amiga de confianza. Hay una continuidad histórica: desde aquellas IBM negras de los 90 hasta las Lenovo ultralivianas de hoy, todas comparten un ADN. Es como manejar el mismo modelo de auto a través de las décadas, que va mejorando año a año pero mantiene su esencia. En un mundo de gadgets desechables y modas pasajeras, esa consistencia se agradece.
Por todo lo anterior, sigo prefiriendo ThinkPad. No porque caiga en un dogma irracional, sino porque una y otra vez me han demostrado ser herramientas confiables y bien pensadas. Podrán ser un «ladrillo cuadrado» al lado de una MacBook delgada, podrán no tener el «glamour» dorado de otras, pero a la hora de laburar y durar, para mí no hay como estas notebooks. Como dije antes en otra ocasión: una ThinkPad es un viaje de ida. Quien valora sus virtudes difícilmente luego se sienta a gusto en otra plataforma. Y si bien hoy no me caso con ninguna marca (la tecnología siempre puede darnos sorpresas), las razones por las que elijo ThinkPad sobre las demás siguen tan vigentes como cuando vi aquella T40 por primera vez. Son razones de peso, nacidas de la experiencia y la exigencia. Al final del día, confío en mi ThinkPad para que esté ahí funcionando cuando la necesito, año tras año. Y esa tranquilidad, para mí, vale más que cualquier logo brillando o diseño de vitrina. Gracias, ThinkPad, por tanto – y perdón si alguna vez te critiqué de más cuando bajaste un escalón, pero es que justamente te tengo un cariño especial. Porque al igual que muchos otros thinkpaderos, sé que no es sólo una laptop: es casi un compañero de batalla tecnológico. Y por eso, mientras siga necesitando una máquina con Windows confiable, probablemente siga eligiendo una ThinkPad.