Amo el progreso.
Es una de esas cosas donde todos podemos estar de acuerdo.
Hay personas que aman la música de los 80, la moda de los 90, los juegos de los 2000 y los memes del 10, pero no conozco a una persona normal que prefiera usar tecnología vieja frente a la tecnología de punta.
Y si hay una variable que mueve el progreso en esta dirección inequívoca que estamos yendo en nuestra era informática, es la capacidad bruta de nuestros procesadores.
Imposible no festejar, cuando sale una nueva generación de CPU, (que vale recordar que no son más que arena refinada con la última tecnología posible), especialmente cuando estos van de la mano con cambios tan drásticos en su forma de funcionar.
Hoy explota el mercado de la mano de Intel, como lo hizo hace un par de años de la mano de AMD, de la mano de una tecnología que ya venía coqueteando en móviles, y en el excelente procesador de Apple el M1.
Y esta tecnología es bigLITTLE.
La lógica detrás de este cambio radical es que en vez de tener 8 núcleos idénticos, digamos de 3ghz, que suben a 5ghz de turbo y bajan a 1.5gzh cuando pasa poco y nada, ahora tenemos 4 núcleos pequeños que toman el rol de abordar tareas de «fondo» llamados E-Core, como lo son antiviruses, indexadores, gadgets, y pequeñas tareas. Mientras que al lado de estos tenemos los clásicos 4/6/8 núcleos potentes de toda la vida, los P-Core, que se activan cuando jugamos, zipeamos, renderizamos, compilamos y realizamos tareas exigentes de procesador.
De esta manera podemos ahorrar tanto energía, algo increíblemente útil en el mundo móvil, que es donde se estableció, como también asegurarnos que aquellos núcleos duros y rudos estén lo más disponibles posibles a la hora de ejecutar.
Aunque…. No todo puede ser ni extremadamente lindo ni bueno.
Una de los grandes requerimientos para un cambio tan radical como pasar de tener un núcleo a tener dos distintos, es ir mano a mano con el sistema operativo. Tal de que este divida las tareas y los núcleos de manera adecuada para garantizar todas las ventajas del bigLITTLE, en otras palabras, no ejecutar juegos con los E-core, y no manejar el reloj de Windows con los P-core. Algo que a criterio personal no parece una labor fácil de resolver.
Microsoft, siempre oportunista ante los cambios tecnológicos, decidió implementar esta división de tareas, pero en Windows 11, algo que de alguna manera deja por primera vez obsoleto a Windows 10 a nivel practico. Si bien estos nuevos procesadores andan, es imposible obtener sus radicales ventajas de procesamiento sin acompañarlos con la nueva iteración de nuestro favorito sistema operativo. Algo que probablemente incomode a más de uno forzándole la mano a actualizar.
De paso tenemos la clásica serie de mejoras numéricas de la mano de ser el primer procesador en implementar tanto DDR4 como DDR5 (la nueva iteración de memorias RAM, atentos que tenemos una nota ya escrita en el backlog sobre DDR5 esperando a salir), implementación de PCI-Expres 5, y más líneas de PCI-Express 4.
Es un lanzamiento tecnológico de aquellos que se extrañaban de la mano del equipo azul.
Que, a ver, en este inmensa, histórica, y longeva rivalidad entre estos dos titanes del procesamiento, es imposible no tomar bandos y aunque el mío sea el rojo, me es imposible no pararme y aplaudir de pie ante este lanzamiento radical. Que de alguna manera viene a mover la página una vez mas de la misma manera en que lo hicieron los 64 bits o los procesadores doble núcleo, ambas mejoras que consigo trajeron cambios radicales en la construcción de software comercial.
Hay que ver cómo responde el equipo rojo ante esta nueva amenaza, pero la mayoría de los especialistas reafirman que esta arquitectura de procesamiento, de tener distintos núcleos para distintas tareas, es el camino del futuro, y probablemente veamos un procesador bigLITTLE rojo en el 2022.
Hoy, para todos nosotros los aficionados, será recordado como el retorno del rey. Luego de altos problemas de fabricación (especialmente de la mano de los 7nm), y un alto achanchamiento por parte de los azules (acompañados de su tranquilidad por ser dominantes), los vemos volver al ring a recuperar lo que les pertenece.
Y aunque estas mega corporaciones dominen casi todas los estratos del comercio y la industria, dios bendiga al libre mercado, especialmente en el ambiente tecnológico globalizado. Que, si fuera exclusivamente por Intel seguiríamos teniendo un monopolio de la mano de los Pentium 4, o los Cores 2 Duo.
Lo que sí, si me dejan opinar de algo que es completamente irrelevante, es lo feos nombres que esta teniendo Intel con sus procesadores en general, esto de tener 5 dígitos, con dos ceros al pedo, y el primer 1 casi que también. Aparte; a criterio personal un lanzamiento tan radical como este tendría que ir acompañado con un lavado de cara de marca, de la misma manera en que AMD hizo con los Ryzen.
Mientras tanto hay que ver como evoluciona el precio de estas joyitas en el mercado nacional, y si realmente vale la pena Windows 11 como para transaccionar de manera temprana.