Si te digo “teléfono”, ¿qué te imaginás? ¿Aquel ladrillo con teclas que usaban los primeros hombres de negocios y que se debatía si daban cáncer o no? ¿O ese goyete con cable enredado que salía en las películas yankees de los 80? Quizás en tu mente tengas algo más moderno, un coso con teclas, si, pero no tan grande y a veces hasta inalámbrico que desconectábamos para enchufar el cable del modem dial-up y poder conectarnos a Internet a finales de los 90’s y a principios de los 20000’s. Bueno, sea como fuere hoy el teléfono no es eso. Ni cerca. El teléfono, amigos, ya no es teléfono. Y entonces, ¿qué nos queda de ese aparato que alguna vez fue el rey de la comunicación?
La comunicación sincrónica por voz, lo primero que murió
No es ningún secreto que las llamadas de voz están literalmente muertas y cada vez menos personas se animan a llamar por teléfono. De hecho los pibes de hoy te mandan un audio de WhatsApp de 3 minutos antes que apretar el botón verde para charlar como gente. Las estadísticas no mienten: el uso de llamadas clásicas cayó en picada, sobre todo entre los que nacieron con un smartphone en la mano. Según estadísticas se sabe que menos del 15% del tiempo de uso en móviles se usa para hablar, mientras que apps como TikTok, WhatsApp o Instagram se comen el resto del tiempo de uso. El “ring ring” ahora suena a reliquia, y lo que manda son las notificacioness que te avisan que tenés 47 mensajes sin leer.
Pero hablemos de lo que tenemos en el bolsillo hoy: una bestia tecnológica. El teléfono mutó a una navaja suiza digital extremadamente «papoteada». Tomemos las cámaras, por ejemplo. Se sabe, por ejemplo, que:
- Los smartphones capturan el 92,5% de todas las fotos, dejando solo un 7,5% para las cámaras convencionales.
- El usuario promedio de smartphone guarda aproximadamente 2.795 fotos en su galería.
- Se toman alrededor de 92 millones de selfies al día en el mundo.
- Un usuario promedio saca su smartphone para tomar una foto seis veces al día.

Ya en 2021 se sabía que por año se sacaban mucho más que un trillón de fotografías por año a través de los smartphones. Una auténtica locura y no quiero imaginar lo que se están sacando ahora, donde la calidad de muchos smartphones están a nada de competir mano a mano con muchas cámaras dedicadas que reinan el mercado. Con sensores como el Sony IMX989 de 1 pulgada (el que lleva el Xiaomi 14 Ultra) o el ISOCELL HP2 de 200 MP de Samsung, estamos hablando de equips que sacan que compiten con cámaras dedicadas que son muy buenas. Basta con sacar un par de fotos con un Samsung Galaxy S25 Ultra, iPhone 16 Pro o VIVO X200 Pro que sacan RAW con un rango dinámico que hace llorar a mi vieja y querida Nikon D7200. Y ni hablemos del video: 4K a 120 fps con estabilización óptica ya es casi estándar en la gama alta.
El teléfono es sólo una feature del teléfono moderno
Después está el cerebro de estos bichos. Los procesadores de hoy son una locura. El Snapdragon 8 Gen 4, que debutó a fines de 2024, tiene un salto del 35% en rendimiento respecto al Gen 3 según Qualcomm, con núcleos a 4.3 GHz y una GPU que corre juegos AAA como si nada. MediaTek no se queda atrás: el Dimensity 9300+ anda peleándola con eficiencia energética y 5G integrado que te baja latencias a menos de 10 ms. ¿Y el 5G? Para 2025, Ericsson estima que el 25% de los smartphones mundiales van a estar enganchados a esta red, con velocidades promedio de 500 Mbps en zonas urbanas.
Pareciera que todo es perfecto, ¿no? Pero no. No todo es color de rosa. A veces extraño esa época en que un teléfono era solo eso: un teléfono. Sin notificaciones cada 30 segundos, sin tentarme a scrollear X hasta las 2 de la mañana. El Nokia 1100 no tenía una pantalla AMOLED de 6.7” con 3000 nits ni carga rápida de 120W, pero tampoco me dejaba la vista cuadrada. Hoy, entre el GPS que te lleva al kiosco, la batería de 5500 mAh que aguanta dos días y el asistente de IA que te escribe los mails, el teléfono es un compañero inseparable. Aunque, claro, también es un espía de lujo que sabe más de vos que tu pareja.

Entonces, ¿qué queda del teléfono? Su ADN está en adaptarse como camaleón tecnológico. Pasó de ser un aparatito con disco para marcar a este monstruo que llevamos encima, con 16 GB de RAM, triple cámara y conectividad que parece sacada de una película de ciencia ficción.
Palabras finales y cómo los llamo yo
Para mí, el declive de las llamadas telefónicas muestra cómo hemos ido abrazando valores como la eficiencia, el control y la comodidad por encima de esa espontaneidad que antes era tan natural. Me hace pensar en una paradoja que veo a menudo: estamos más conectados que nunca gracias a la tecnología, pero nuestras conversaciones se sienten más planeadas y menos directas. Las llamadas telefónicas, con esa inmediatez tan pura, parecen haberse quedado atrás, como un eco de un tiempo en que todo era menos filtrado.
No sé vos, pero yo creo que el teléfono ya no es teléfono, sino que es un pedazo de nuestras vidas.
Y quizás por eso, yo no le digo mas teléfono. Yo lo llamo «celular».
Aca firme leyendo notas desde ALT+TAB y apreciando muchisimo que sean escritas por una persona con historia y emociones y no una IA!
Gracias Guillermo.