Dicen que siempre hubo un tiempo pasado que fue mejor, y al menos, en lo que respecta a software de gestión y visualización de imágenes para escritorio, la realidad es que podemos decir que es una frase totalmente cierta. Y es que sí, porque existió un tiempo en el que organizar tus fotos no era una tarea titánica, ni tenías que pagar una suscripción mensual, ni lidiar con interfaces que parecen diseñadas para astronautas. Ese tiempo tuvo un nombre: Picasa. Y aunque ya no está entre nosotros, quienes lo usamos todavía lo recordamos con una mezcla de cariño y melancolía. Porque, seamos sinceros, nada volvió a ser igual.
Mi primera vez con Picasa
Todavía no me olvido la primera vez que instalé y ejecuté Picasa. Desde el primer doble clic que supe que estaba ante un software distinto e innovador. Una interfaz hermosa, ágil y moderna. Esa velocidad con la que detectaba tus fotos, las organizaba casi como por arte de magia y te mostraba todo prolijito en la pantalla. Era un amor a primera vista. De golpe, esos caos de carpetas mal etiquetadas empezaban a tener sentido. ¿Y qué decir de sus herramientas de edición? Con un par de clics podías enderezar una foto torcida, mejorar los colores o incluso agregarle esos filtros medio vintage que ahora están tan de moda entre los gurises.
La mejor parte era que todo era tan intuitivo que cualquiera podía usarlo. No importaba si tenías conocimientos en informática o si apenas sabías prender el monitor. Picasa te hacía sentir que podías con todo. Era práctico, rápido, y hasta te perdonaba esos días en los que sacabas fotos borrosas con los primeros featured phones.
Pero… ¿Qué hacía a Picasa tan especial?
Lo mágico de Picasa era su equilibrio. No era tan simple como los visores de imágenes básicos, pero tampoco necesitabas un manual de 300 páginas para sacarle el jugo. Tenía lo justo y necesario para que organizar y editar fotos fuera un placer. Ni hablar de una feature que agregaron con el timepo y fue la sincronización con Picasa Web Albums, que para la época era algo revolucionario. En pleno auge de las conexiones lentas, Picasa te ofrecía una puerta hacia la nube. Sí, esa nube que todavía no entendíamos muy bien, pero que ya empezábamos a agarrarle cariño.
Otra cosa que llamaba poderosamente la atención era la «inteligencia» que tenía el softare para detectar caras. Estamos hablando de un software que se presentó hace más de 20 años. Luego de que el programa hacía su trabajo, nos presentaba las caras más repetidas de las fotos y nos permitía etiquetarlas, en esa época parecía algo de ciencia ficción.
¿Y lo mejor de todo? Picasa funcionaba de lujo en cualquier PC. No importaba si tu máquina era una carro o una nave espacial para la época, Picasa siempre corría fluido. Abrirlo era como volver a casa después de un día largo. Sabías que todo iba a estar en su lugar.
El adiós prematuro: Google Fotos y el ocaso de un grande
Todo iba bien hasta que Google, como suele pasar, decidió matar a algo que funcionaba. En 2016, nos dieron la noticia que nadie quería escuchar: Picasa se retiraba del mercado. ¿La excusa? Integrar todo con Google Fotos. Y aunque la idea parecía buena en teoría, en la práctica nos dejó un poco vacíos. Porque, seamos realistas, si bien Google Fotos es un buen producto la verdad es que nunca fue un reemplazo digno para Picasa. Perdió esa chispa de sencillez y, con el tiempo, se convirtió en algo completamente diferente.
El tema es que nos dejó un lugar vacío. Todo bien con que el 90% de las personas sacan solamente fotos con el smartphone y Google Fotos es el servicio de backups casi predilector de todos, pero… ¿y el escritorio? Hoy, los visores de imágenes nativos de Windows y macOS son lentos o demasiado básicos. Y aunque existen alternativas como IrfanView o XnView, ninguna tiene el encanto de Picasa. Google, en su afán por avanzar, dejó atrás algo que todavía muchos extrañamos.
Un vacío que nadie llenó
Hoy, organizar fotos se siente como una tarea pendiente. Los programas modernos o son demasiado técnicos o están llenos de suscripciones y restricciones. Ya no existe esa herramienta universal que funcionaba para todos, desde el fotógrafo profesional hasta el que solo quería editar las fotos del cumpleaños.
Picasa tenía alma. No era solo un programa; era como un amigo que te ayudaba a darle orden a tus recuerdos. Incluso con las fotos más viejas, esas pixeladas de los celulares de hace 15 años, Picasa hacía que todo se viera mejor. Ahora, ese amigo nos falta. Y lo notamos cada vez que abrimos una carpeta y nos enfrentamos ante un caos.
Picasa: en la mesa de esos esos softwares «que ya no volverán».
Estamos empezando a vivir una época donde decimos «softwares eran los de antes», y en cierto sentido, Picasa es un buen ejemplo. Está muy claro que esta herramienta nos dejó una vara que ninguna otra herramienta logró igualar. Y aunque ya no está, su legado sigue vivo en nuestros corazones (y en esas PCs viejas que todavía lo tienen instalado).
Quizás, algún día, alguien recupere esa fórmula mágica de sencillez y funcionalidad que hizo de Picasa algo único. Mientras tanto, seguiremos suspirando por lo que fue. Porque sí, Google puede haberlo matado, pero nunca podrá borrar la nostalgia de quienes lo usamos.