Cosa rara, esa fascinación que tenemos por recordar. Cómo los numeritos nos vuelven locos y dan un significado distinto a algo que, en rigor, es lo mismo. Por ejemplo, en los aniversarios. Este año, 2025, se cumplen 20 desde que Locomotion cesó emisiones. Para los historiadores del futuro, será un tanto difícil comprender, en su mundo hiper digital (si es que no terminamos viviendo en cavernas antes); lo que una emisión analógica era capaz de generar en un grupo de gente. Una generación, brecha etaria, clase social. Si hasta es difícil darle a entender lo mismo a un joven que no lo haya vivido.

Se cumplen 20 años del cierre de Locomotion, y para ser algo tan trivial, lejos de acusar una carencia de significado, es un hito nostálgico. No es el único, vale aclarar, sobre todo considerando que otros grandes como Much Music, I-SAT o Magic Kids tampoco están. Y que los sobrevivientes han sido cambiados, vendidos, deformados al punto de alienar a propios y ajenos (MTV, Nickelodeon, Cartoon Network). La última década ha sabido lucrar tan bien (y tan mal) con la nostalgia, que uno podría preguntarse hasta qué punto, los huérfanos de Locomotion no son más que idealistas miopes de otro producto masivo. Otra trampa de pertenencia cultural, tribal, que le llegó en el momento perfecto a esa generación específica. Que el más joven no entenderá, y el más viejo habrá visto pasar de costado, si es que fue consciente en absoluto.

Tratándose de otro caso, quizás le daría la razón a ese Byron escéptico, que vive en guardia frente a la venta de la nostalgia como un producto, en lugar de un aprendizaje o sentimiento. Locomotion y su larga estela parecen ser el anti-ejemplo perfecto. Seas jovato o joven, lo hayas vivido o todavía no nacieras; te recomiendo que pongas la pava para el mate, prepares un té o hagas el café: esto va para largo y espero, al final, puedas decidir por tu cuenta.

Historia

Los 90s vieron una proliferación de creatividad desbordada en innumerables disciplinas, algunas, autóctonas de la década. Acá podemos abrir una tangente que llevaría horas cerrar, si es que termina, hablando del cambio de milenio, el resumen de las décadas pasadas en desfile alegórico, y los medios que hoy en día pertenecen más al museo que la difusión. Para no complicarnos tanto la vida (y el artículo/ensayo), diremos que la televisión (como era concebida en aquella época), es uno de esos medios extintos. Ante una insipiente Internet todavía en pañales, amorfa y técnicamente desafiante para el público común, la televisión representaba ese lugar de masividad indiscutida. Creaba ídolos y arruinaba carreras con la misma facilidad.

En dicho marco de poder total, vertical, con nula interacción del público, es que en Noviembre de 1996 se lanza Locomotion. Alargar el parrafado repitiendo lo mismo que podrían encontrar en Wikipedia o los incontables homenajes al canal en YouTube y otros medios, no tendía sentido. Primero, por repetitivo, segundo y más importante todavía: porque tal cronología poco y nada dice de lo que quiero hablar. Alcanza con aclarar que inició emitiendo enlatados de Hearst Corporation, series un tanto clásicas para aquel entonces (que se vieron y verían luego en otras señales), mechando contenido interesante cada tanto. Sería la primera pista del templo del buen gusto en que se convertiría, con series como Lupin III o Dr. Katz, entre las que más fácil de recordar serán para los nostálgicos del canal.

De aquella fase o época se rescata alguna intención, y las raíces de lo que después mutaría para ser el gran escaparate de la animación, la estética y el diseño en Hispanoamérica. También, una identidad que pudo verse replicada o contó con referencias directas a cosas que acá no se vieron, o llegaron con cierto desfase. Por ejemplo, [adult swim] original, que en la esfera angloparlante era y es tenido en la misma estima pionera que Locomotion. La impronta de Liquid Television, el galardonado segmento de animación de MTV (que ya había pasado Aeon Flux y The Head en su momento) así como Los IDs y bumpers lisérgicos, delirantes, hipnóticos, similares a los del mismo canal en su mejor momento. O la fina línea del buen gusto, la provocación inteligente y el apelar a emociones más que a simples displays de mercancía televisiva que el buen I-Sat supo mostrar. También, cierto misterio rozando lo esotérico, lo prohibido, sensual, místico: esa sensación de que, en cada serie, había algo más. Un intangible secreto, escondido, que ibas a tener que descubrir por tu cuenta, al ver el programa de forma similar a la que mostró canal Infinito.

Metemos todos esos elementos en la batidora, y el elixir resultante ya podría explicar por qué 30 y 20 años después, se le sigue haciendo reverencia a Loco. Pero, ¡ay! ni siquiera hemos tocado el verdadero contenido, y quizás, lo que nadie más ha sabido reproducir con tanto acierto: el filtro, el contenido, y la forma de presentarlo, en un mismo plato televisivo. Porque Locomotion no te listaba las cosas o su programación, ni tampoco te la vendía descaradamente: Te seducía.

Iconoclasta de un futuro que no fue

Ya he tocado por las tangentes algunos de los puntos que hicieron de Locomotion un símbolo generacional tan fuerte e irrepetible. El contenido y la forma, e incluso, el mensaje dentro de cómo se da el mensaje en sí mismo (uno de los principios básicos del arte). Eso, que por lo general y más en nuestros días se mira como una mera formalidad institucional, en Loco era un manifiesto estético palpable. Acá no puedo evitar mencionar y ponderar a la gente que estuvo detrás de la reestructuración visual, auditiva y programática del canal. Sobre todo, la que ocurrió allá por 1999, y el constante estado de intervención artística del que hacía gala y emblema Locomotion.

Por el lado visual, y sin mencionar por enésima vez los inmensos cortos, series, la programación y sus publicidades o IDs, todo estaba orquestado por gente que la tenía clarísima en su rubro, en especial el Colectivo DOMA. Mismo que alguna vez interviniera la señal de canal para poner una transmisión pirata. Ese tipo de locuras y recursos narrativos, tan alejados de la seriedad impuesta en el medio, eran, como casi la totalidad del canal, una ejemplar muestra de que se podían hacer las cosas de una forma diferente. Y tener la total aprobación del público, en su momento, y ahora en retrospectiva. Eso sin contar que Loco fue una universidad y muestra al público para muchísima gente, tanto espectadores, como los diseñadores mismos. No olvidemos que la señal, si bien se mantuvo en contrataciones de índole paga llegaba, a efectos prácticos, a toda Hispanoamérica. Pero, por supuesto, eso no era todo. Al binomio Audio-Visual le faltaba su otra pata, y vaya si Loco supo tener tremendas gambas de goleador.

En el apartado sonoro, se merece otra estrellita del recuerdo, porque entre Secsy Discos y Estatus Discos, poblaron la pantalla y sus parlantes de artistas con un sello distintivo. Muy cercano a la representación futurista, vanguardista de lo que se emitía, siendo todo un mito para la movida electrónica del país, así como las mieles de quienes empezaban a descubrir el ambient, techno, house, y hasta el pop como palabra mayor. Desfilaron Miranda!, Los Látigos, Boeing, Altocamet y más agrupaciones, algunas de las cuales pudieron estrenar videos y hasta lanzar exitosas carreras con la ayuda del canal, fuera en versión televisiva o a través de las playlist en el sitio web de Loco. Del que también vale la pena agregar una mención más que especial.

El hipervínculo

En una época en la que incluso marcas multimillonarias como Space Jam apenas colgaban una página estática hecha en Front Page por un diseñador accionado a base de café rancio, con un presupuesto consistente en el vuelto de comprar un agua y dos paquetes de galletitas resecas para campear la noche; en esa misma época, Locomotion tenía noticias, la programación del canal, una radio, un chat, una sección dedicada a la naciente animación web, otra con sumisiones de los usuarios, juegos en un prehistórico macromedia flashwave o Java, música usada y recomendada por el canal, o la caca, una zona sin mucho filtro con subidas de televidentes. Todo orquestado por la enigmática Lolita, Community Manager mucho antes de que nadie inventara el término (o existiera el concepto).

Sí, era obvio que Locomotion iba a ser (también) pionero del ciberespacio, y a usarlo, entenderlo como pocos hasta o desde entonces. Las tristísimas páginas web actuales, corporativas, responsive pero sin respuesta, funcionales pero sin alma, secas y aptas para todo público (o sea, para nadie en realidad) de nuestros días, palidecen ante la impronta que Loco ya dejaba en su sitio más de 20 años antes. Profeta de cosas ubicuas hoy por hoy, Zen Mall y los envíos tocaban otra arista que, años después, llenaría un insipiente MercadoLibre, vendiendo desde merchandising de la marca Locomotion, hasta figuras de anime, música y chucherías varias.

Dicho de otra forma, Locomotion funcionaba como un cluster audio-digito-webvisual en ejercicio constante. Que, aparte, pasaba series, cortos, películas y todo lo que pudiera, intentando aparte mantener su idioma original (al que que el también finado I.Sat hizo siempre que pudo, Dios-TV lo tenga en la gloria). En la revista Lazer, mítica publicación del mangánime argentino, edición número 16; no solamente se dedicó una entrevista al Gerente General del canal, Rodrigo Piza, sino también a Evangelion y el resto de su programación. Haciendo un especial hincapié en la promesa de transmitir a futuro más contenido en su idioma original, fuera inglés, japonés o francés. Performando un eslalong de maniobras evasivas para evitar la censura, los recortes o la simplificación. Misma censura que había catapultado a Leandro Oberto, director de la revista, fuera de Magic Kids, por ejemplo.

¿Qué tan importante fue eso para la generación que le tocó vivirlo? No hay forma de describirlo. Una insipiente horda se estaba gestando, polifacética, con varias cabezas a lo Hidra de Lerna, y para ellos (nosotros), fue un parte aguas tremendo. Quizás para el que tuvo Camelot a la vuelta de la esquina, mucho de esto llegó tarde. Sin embargo, la masificación que lograron imprimir, negociando con las reglas impuestas de un mercado, público y medios bastante retrógradas, cuando no agresivos y censuradores, da cuenta de su excelente labor. Una que, veinte años en la distancia, no deja de agigantarse cada día que pasa.

La gente de Locomotion entendía al mercado de su época, y formó, educó y predijo al mismo tiempo, al que vendría. Entendían el palo, porque SU palo. Porque armaron y publicitaron el canal que, de alguna forma, les hubiera gustado ver, escuchar, visitar, recomendar a otros. Usaron cada truco del libro que ellos mismos ayudaron a escribir, y los que no estaban ahí, se los inventaron. Tomaron prestado de otros experimentos y a cada uno le imprimieron el sello de lo irrepetible.

Un diccionario sin ejemplos…

Son incontables los videos, las referencias, las notas que al hablar de Locomotion, pasan lista de sus emisiones. Como inventariando productos en una tienda, asumiendo (quiero creer, por bondad) que su público objetivo ha visto o experimentado aquello de lo que le hablan. Quizás, hasta intentando disfrazar una pertenencia que no les calza, ni por generación, ni por adopción tardía. No los culpo, pero es un flaco favor a dichas obras. Y también al gran marco en que fueron presentadas, el canal en sí mismo. Que era una usina creativa, más allá de unos IDs impresionantes o publicidades muy bien segmentadas. Lo que representaba, aquello que se perdió, y muchos todavía buscamos.

Eso que, en definitiva, lo hace un recuerdo tan inoxidable para sus deudos, y tan incomprensible para los más chicos que dicen pero hoy en Internet está todo. No, hay algunas formas de transmisión que son inherentes a los medios que habitan, y más en el caso que nos toca.

Alguien que sabía del tema dijo, hace mucho, que Un diccionario sin citas (ejemplos) es un esqueleto, y tenía razón. No es lo mismo describir, que contar, explicar, traducir a quien luego leerá.

Con toda la modestia del mundo y pidiendo un poco más de tu tiempo, querido lector, dejame intentar contarte, en un par de historias, qué tan distinto era Locomotion, y por qué:

Zapping

Una mañana cualquiera, vas dando la típica ronda por los canales. Hace poco hubo una reestructuración de los mismos, y todavía no te acostumbrás a dónde ubicaron tus canales favoritos. Toca volver a configurar el dial rápido del control o del tele, si lo tenés, o entrenar y sobreescribir la memoria muscular de pulsar por automatismo los números correctos. No importa, el confiable zapping, que realizás a razón de 6 canales por segundo (Nota de Byron: no es exageración, todavía puedo hacer el gesto con el pulgar) sirve igual de bien, o mejor. Tenés el ojo tan adaptado, que podés hasta cazar con retraso mínimo qué pasan en cada canal de los que te interesan, regresar en caso de necesitarlo, darle un par de segundos de ventaja a cierta señal; todo en menos de 30 segundos. Que sean 60 canales (con toda la furia) ayuda, pero no es una habilidad que tenga nada que envidiarle al mejor director de fotografía. ¡Sabés qué están dando, en un fotograma!

Algo distinto acaba de hacer destellar la pantalla, y tu atención. Volvés 3 o 4 canales, y confirmás que es una de esas señales nuevas, de las que ponen en cualquier lado y no suelen durar mucho. Siendo chico, encontrar algo distinto o que no hayas visto con anterioridad es complicado. Sin embargo, es la extraña familiaridad en la animación lo que te deja extrañado. Una mezcla apócrifa entre Rugrats, Los Simpsons y AY! Monstruos, que acusa la pertenencia al binomio Klasky Tsupo. Lo dejás unos segundos, quizás un minuto, y agradecés estar solo. En el escaso minuto que lográs ver, te das cuenta de que, como mínimo, 20 chistes fueron contados de forma oral, gráfica o narrativa. De esos 20, 15 vuelan por sobre tu cabeza, o no están pensados para vos, ni tu rango etario. Son chistes verdes, subidos de tono e inteligentes, uno atrás del otro en ametralladora cómica. Lo único cercano que se te ocurre es La Pistola Desnuda, o las temporadas hasta la 8 de Los Simpsons; pero enajenados, con la correa suelta. Demasiado suelta, quizás.

Un pato amarillo lleva más tiempo del que te toma recorrer toda la grilla de programación, gritando cosas incoherentes que no lográs comprender. Que la comedia debería provocarnos y dejarnos distintos a cuando nos encontró, o que la vida moderna es una estafa de la que todos formamos parte. Es nuevo, es distinto y no parece que tenga mucho sentido que algo así sea animado. Claramente no es para chicos, no al menos en el estereotipo imperante de lo que ser chico es según el resto de canales, ese corral para bebés (o jaula) en el que te han tenido durante tanto tiempo. Te gusta y te asquea a la vez , como años después hará la primera probada de alcohol, o el desengaño que sigue al amor. Cambiás y ponés otra cosa, algo más potable, a lo que estés acostumbrado. Probablemente de Nickelodeon o Magic Kids. No estás listo para Duckman. Pero te queda una sensación rara. Un regusto, como dicen los sommeliers. Todavía no, pero luego, ¿quién sabe?

¿Creés en Fantasmas?

Venís cansado de la escuela, o si sos un poco más grande, de la facultad o el primer trabajo. Pasás por el listado de señales típicas, mientras te vas poniendo en sintonía con bajar un cambio. MTV y Much Music están dando las listas (los 10+ pedidos), y no tenés ganas de esperar a que pasen algo que a vos te guste. Estás claramente en repulsas, de mal humor. Los demás canales intentan con emisiones que ya viste, refritos, los mismos dos episodios de siempre, sean de Bob Esponja, Hey Arnold! o Coraje, el Perro Cobarde. No hay caso. ¿Y Locomotion? Ahh la mierda…, te decís, mientras notás que tu pantalla parece necesitar recambio. Los colores se ven apagados, mientras un halo oscuro, marrón depresión crónica, se apodera del tubo alimentado con rayos catódicos. Con miedo, tu mano baja un canal para comprobar que, en efecto, no necesitás una TV nueva (que tampoco podrías comprar). Parece que la serie de turno en Loco tiene ese formato. ¿A quién se le ocurre hacer algo así? Te quedás viendo un rato esperando algún tipo de respuesta.

Vas entendiendo, ya empezado el episodio (como todo lo que se mira en esa época), que no se trata de un recurso à la Being John Malkovich, un POV subjetivo incidental; no no: La serie entera es así. Opresiva, asquerosa. Ruidos raros salen por los parlantes. Demasiado bien grabados para lo distorsionada que se ve la imagen. Te pone incómodo. Juega con tus sentidos. Te preguntás si los ruidos son del tele, o en efecto, están afuera. O peor, en tu cuarto. Las tandas publicitarias son un oasis de color y sonidos más familiares, menos agresivos y afilados que los de eso en emisión. Acaba la tanda. Vuelve el efecto embudo oscuro. Te dejás llevar, y, entre la trama todavía más oscura rozando el gore, los anuncios dando más contexto, y esa magia lo no dicho haciendo girar tus engranajes mentales, te enterás que el canal lleva mostrando una maratón por horas y horas, de eso. La serie más rara, incómoda y genuinamente tenebrosa que hayas visto. Ahora, a pesar de que el día ya casi acaba y te vas a quedar con las ganas de conocer más, sabés que se llama Boogiepop Phantom. Cada vez que se te cruce el nombre o veas la publicidad del canal, se te van micro erizar los pelitos del cuerpo.

Hacete el boludo

¡Uff, estuvo cerca! Lástima que no haya competencias de cambiado rápido a control remoto, porque volverías cada cuatro años con medalla dorada. Nada mejor que la incomodidad para darte ese extra de velocidad. El evitar responder preguntas, o directamente, una cagada a pedos de tus viejos. Pasás rápido por otros canales. En TNT pasan religiosamente Matrix, como todos los días. En The Film Zone, una película interesante pero del año del ñaupa, como diría el abuelo. Ni siquiera te acercás a los canales de aire o las noticias, por miedo que te usurpen el televisor.

Es por eso que no te queda otra opción que ser el más rápido, como en el viejo oeste, y estar ojo avizor a que nadie te agarre viendo eso. Puede venir en cualquier momento, como las malas palabras de South Park (si tus viejos se enteran o tus hermanos empiezan a hablar así, te matan) o los chistes religiosos de la misma serie (la abuela te lleva de rodillas a la iglesia a ver si hacen exorcismos express si llega a ver South Park); los animes subidos de tono, o la publicidad de Locomotion Underwear; si te agarran viendo eso, sos historia. ¿Qué cosa? Lo que sea que estén pasando en Loco. Y esa adrenalina te gusta, te hace sentir distinto y pertenecer a algo diferente. ¡A pesar de que sea apenas un canal más!

Ella

No podés esperar para volver a hablar con ella. El fin de semana fue complicado acceder a cualquier medio que te lo permita, y lo único que te mantuvo cuerdo, fue saber el Lunes, hoy, vas a poder comunicarte con ella. Parece poca cosa, pero, ¡Es tan distinta! Está en la movida, la misma, la que te va. Leyó El Eternauta y Cazador, un poco gracias al hermano mayor, mucho porque es una genia y le gusta. Con lo difícil que es conocer a alguien interesante, y encima pegaron onda. Al fin, después de tanto esperar, llega la hora de computación. Nunca tuviste más ganas de terminar los trabajos pendientes, para que el profe los deje navegar un rato por Internet, mientras ataca las facturas mañaneras de preceptoría.

Y ahí está, tal como lo viste en una publicidad, igual que te comentó un amigo: El chat de la página Locomotion. Al canal claro que lo conocés, pero es la página, sus secciones y, en especial, el chat, lo que te interesa. Te logueás enseguida con el mismo nick de siempre en el Volano Chat que utiliza la página, y le rezás a los dioses oscuros de Internet. Esperás encontrarla ahí, pero no se se cruzan. Parece que pasa un segundo nada más, cuando el profe vuelve y va preparando las cosas. Quedan 5 minutos de clase, y hasta salir de la escuela y pasar por el ciber, no vas a tener otra oportunidad de hablar con ella. La ansiedad te come vivo, y aunque la música de la radio online que el sitio maneja es tan ambient que debería calmarte, nada te puede bajar el pánico en cámara lenta que corre por tus venas. Derrotado y con un llamado de atención del profesor, que tiene que empezar otra clase, con otro curso, vas cerrando las páginas abiertas. Ni un rastro de ella.

Sin embargo, es en una sección, la que aglutina el arte enviado por el público, que ves una imagen familiar, aunque jamás la hayas visto antes. Te hace acordar a una charla que tuviste, y parece ser su versión gráfica. Son dos personajes entrelazados. Abajo, la firma. De ella. Los profes nunca entenderán por qué te pasaste el resto del día con una sonrisa de oreja a oreja.

Space Cowboy

A vos, Loco ya te agarra grande. Estuviste ahí cuando Mazinger y Voltron eran los reyes, y antes también. ¿Qué sabrán estos pibes? Si vos mirabas Meteoro, llegaste a leer las Patoruzito y como el tsunami de Dragon Ball y Ranma 1/2, no hubo ni habrá. Vos, que viste Aeon Flux casi en en emisión, gracias a ese amigo que tenía toda la guita y el equipo Technics, el que se sentía sonar a cuadras de distancia. ¿Qué te van a contar, a vos, de que la animación ya no es solo para niños? Vos, que viviste la segunda oleada del anime en carne propia, que fuiste la ola, que tuviste novia otaku y contrabandeabas VHS para ella, ¿qué te vas a sorprender? Vos ya no estás para andar viendo dibujitos. Ya sos grande, y salvo por los X-Men, por los que darías un brazo sin dudarlo, toda esa movida ya te pasa de largo.

Ahora, estás en otra. En la música, las salidas, el cine, las novias. Un poco por falta de tiempo, otro tanto porque el pozo se va secando. Quizás porque la ruptura con ella te dejó medio herido, y te sale mejor la huida que enfrentar los recuerdos. No te das cuenta, pero por eso te alejaste bastante. Cuando alguien te comenta que estrenaron Evangelion en Locomotion, se te escapa una risa. ¿Recién ahora?, pensás con un poco de conmiseración por los que no la vieron como vos, como debía ser: a puro VHS copiado hasta el hartazgo de algún fansub roñoso. Un poquito te toca en el alma, pero no decís nada más que el mirá vos de ley. No hay que andar avivando giles, decía el abuelo. Pero, quizás por eso, te pica la curiosidad un día, buscás la señal. La encontrás, aunque sea en vano. Todo muy colorinche, rápido, tan 2000s, y vos, tan 90s y 80s. Algo tiene, se lo reconocés, y también algo no te cierra. Terminás confirmando lo que ya sabías: Locomotion no es para vos.

O eso pensás, hasta que una fanfarria de trompetas y batería te dan un gancho a la mandíbula. No sabés qué es, ni te importa: se ganó toda tu atención en segundos. Colores, cuadros y estéticas que recuerdan más al cine modernista francés y El Bueno, El Malo y el Feo mezclado con 007, que a un opening del montón. Sí, apenas vas por el opening y ya estás atornillado a la silla. Y la música, ¡quiénes son estos tipos! Vos, que te las sabés todas y venís curtiendo cultura televisiva desde la cuna, te tomás medio episodio en recordar la última vez que un soundtrack te impactó de esa manera: cuando eras chico, en el living de la abuela, y salía La Pantera Rosa, por las mañanas. Desde aquel icónico jazz (que sin saberlo moldeó tus gustos musicales) que algo no te sienta a verlo así. Y eso es apenas el comienzo, porque en las tandas, mientras te come la ansiedad de que siga la serie, va explotando la cabeza con más música que de otra forma nunca hubieras escuchado, empezando por Miranda!. Para cuando se acaba el episodio, quedás convencido que tenés que ver más. Que a pesar de ser cierto que tu época tuvo una mística y magia distintas, lo de ahora también es tu tiempo, y está lleno de cosas geniales. Como esa serie que alguna vez escuchaste nombrar pero nunca viste, y recién ahora vas descubriendo que es una joyita para toda la vida. Que siempre hay algo nuevo por descubrir, y aunque vos ya seas grande con veinte años recién cumplidos, tenés muchas aventuras por delante.

Años después, el los pasillos del estudio que oficia de radio y stream a la vez, un colega musicalizador, pibito verde pero piola, tira una cortina de Cowboy Bebop. Te mira de reojo, esperando una reacción. Vos, que ya sos grande, te acercás y le decís, con mezcla entre nostalgia, orgullo y ganas de contarle más: ¿sabés dónde lo vi por primera vez?

Una revolución en sí misma

Es por cosas como las narradas, que hablar de Locomotion toca una vena (herida) sensible en una generación. Es muchísimo más que una señal, un catálogo de series o un par de cortos y canciones cool. Y aún así, esa fue una de sus armas mejor afiladas. Sin embargo, creo que no debemos confundir una linda o llamativa presentación, con las ideas vertidas, que no eran pocas ni dignas de olvido.

Lo que se perdió fue mucho, y a pesar de que me tilden de viejo o retrógrada, créanme que algunas de esas cosas no encontraron herederos, ni sucesores, ni fueron adaptadas a los tiempos que siguieron. La mitificación y su por qué tienen un sentido, como intenté vertirlo en las historias previamente contadas. No era lo mismo en aquella época, ni lo de hoy cubre todos los espacios.

Para el más pibe, o el adulto desmemoriado, le entrego otro ejemplo: Imagine que los gimnasios, en lugar de ser integrales, se dedicaran a partes específicas del cuerpo. Habría un gym para cuello, otro a fin de entrenar piernas, no podría faltar el de core, abdominales y espalda, o el centro de brazos. No olvidemos el club de cardio. Sí, quizás cada uno podría tener más máquinas, profesionales especializados, rutinas perfectas… pero, a la hora de la verdad, sería un incordio, un desembolso económico terrible pagar tantas suscripciones, y requeriría una inversión de tiempo infernal lograr algo similar a lo que un buen gym de barrio, común y silvestre, ofrece. Ergo, se terminaría por prescindir de ciertas partes, uno jamás se cruzaría con los fanáticos de hacer cuello, se iría cayendo de a poco en un sectarismo corporal todavía más fuerte que el existente en la realidad. ¿Nos suena un poco familiar?

Locomotion era un gimnasio del buen gusto. Era el lugar en donde entrenar tu otaku y admirador de la animación, de consumir vanguardia musical, digital y visual en todo, global, no solamente de Japón. Porque sí, más que transgresor (que también lo supo ser a muchos niveles): Loco tenía buen gusto. El contrera, el anti, se vuelve predecible por su negativa tan estereotípica. Tener buen gusto, swing, mojo, es más difícil, porque no sigue un patrón. Surfea la ola, si es que quiere. Y sobre todo, era nuestro profe piola al que todos queríamos que nos entregue el diploma, por la admiración, el conocimiento y la humanidad que nos enseñaba más allá del contenido académico. Eso que tanto se echa de menos: el DJ auténtico. El que sabe y recomienda con gusto. El que te guía en lugar de tirarte una página con todo mezclado, sin identidad, sin escucharte, sin alma. ¿No suena familiar, todavía?

Alguno me dirá…, los siento teclear ya, que Internet es eso y más. No, muchachos. Tiene sus increíbles ventajas y agradezco primero que nadie la oportunidad de vivir en esta época. Recomiendo Crunchyroll, desde hace años, y el catálogo es impresionante. Pero a su vez, es un sitio que no me dice nada. No me habla, no me inspira. Y el día que muera y sea velado, tampoco tendrá un artículo como este. Se podrá resumir en un epígrafe, tres renglones, o bien en un artículo historicista de Wikipedia. Porque su página web, no tiene la carga de pasar del VHS pirata o a precio de una gónada, a un canal oscuro, seductor, distinto, masivo. Y también el propio contenido se ha licuado bastante.

Por ejemplo, si viste Evangelion en Netflix, viste una versión censurada. A pesar de que la plataforma tiene libertad total de mostrar lo que se le ocurra, como se le ocurra. Y sin embargo, parece repetir ciertos patrones que Loco, 20 años antes, ya había dejado obsoletos. La comparación entre eso y lo que Locomotion hizo, volviéndola su serie insignia y hasta provocando con sus publicidades en una época infinitamente más cerrada de mente, queda a discreción del lector.

Es por dicha lucha tras bambalinas que se estaba llevando a cabo, que parte de su final se explica, también. Me gustaría seguir rindiendo honor y tirando flores a los que hicieron posible tal anomalía televisiva, dicha falla en la Matrix. Pero, como la publicidad de Bubblegum Crysis 2040 decía sabiamente: Las corporaciones son el monstruo del futuro. En otro artículo sobre compras, traiciones corporativas y miserias varias, hablé un poco del tema. Como con el resto de lo cronológico e histórico, escapa al objetivo de este ensayo, mas puedo repetir que Loco dejó un cadáver joven y bello, apenas si desdibujado cerca del final. Muy distinto a la convalecencia prolongada de Animax y tantos otros canales que degeneraron hasta su cancelación, o peor, hasta volverse propaladoras de un estilo de vida ficticio, más de reality que de realidad o fantasía. Lo cual hace a Locomotion todavía más grande en comparación.

Quizás por ser un producto y mártir de su tiempo, condenado por definición a no durar mucho como todo lo genuinamente revolucionario, es que no se suelta su recuerdo. Una cantidad impresionante de aficionados todavía claman el nombre de la señal, y van más lejos también. Arman emisiones en su honor con archivos recuperados, cintas VHS digitalizadas hace tiempo; hostean transmisiones en streams con nombres y contenido alegóricos, o mantienen vivo el espíritu nostálgico, de la forma que puedan.

Para los más jóvenes, que no lo vieron, es la única forma de sentir apenas una fracción, un ápice de lo que generaba Loco cuando la televisión todavía era relevante. Artefacto cultural imprescindible para quien quiera documentar la movida cultural alternativa de una época. La razón por la que gente desde Tierra del Fuego hasta Asturias pudo empaparse de cosas que, por pertenencia y geografía, no hubieran logrado encontrar de otra forma. Y mucho menos, en un empaque tan irrepetible.

Quizás la revolución sí tuvo éxito, por que nunca estuvo pensada para durar eternamente y volverse un nuevo hegemón. Vive en cada diseñador gráfico que se dedicó a su pasión gracias a esa apertura de seso. Se la ve en los incontables web developers que hicieron escuela en la Internet primigenia acunados por su sitio. Suena en los pibitos drumb and bass, jungle, techno, electro, que sienten los géneros tan familiares y nostálgicos sin saber de dónde o cómo, hasta que se cruzan con un bumper del canal. Se eterniza a la manera de los grandes, gracias a los músicos y gente de sonido que descubriera la importancia de un soundtrack con Cowboy Bebop, o los dibujantes y mangakas efervecentes que ahí vieron Akira, Ghost in the Shell o The End of Evangelion. Respira sana, pulmones llenos de vida, en los artículos, videos, ensayos, que jóvenes y soñadores periodistas (de ayer y hoy) le siguen dedicando. Porque Loco les enseñó que se puede ser distinto, incluso en el mainstream. Que deja huella.

Algo más que el contenido, la lista de emisión o quienes lo integraron: Un todo mayor que la suma de sus partes, en un momento histórico y cultural determinado. Y por eso no puede volver, por definición, aunque intentemos momificarlo, resucitarlo, mediumizarlo. Pero nosotros sí, siempre.

You’re gonna carry that weight

Hace unos diez años, escribí un artículo titulado Ojos Rasgados: Breve Historia del Animé en Argentina y Latinoamérica. Allí, como no podía ser de otra forma, toqué muy por arriba a Locomotion y su significado, vaticinando incluso el presente ensayo. En el mismo, conté mi historia personal, en especial, de aquella noche en que Locomotion salió del aire para siempre. Lo definí como un momento de «volverse grande», que no pude prever en vivo, pero ahora me grita con fuerza su importancia retroactiva. En palabras de un Byron más joven: «Cablevisión no había comprado los derechos de Animax, por lo que mi pantalla pasó de Locomotion, a una carga de estática constante e infinita. Me trato de imaginar con mi cara de 15 años, cambiando de canal y volviendo a ponerlo, y comprobar que efectivamente, ya no estaba más. Ni volvería a estarlo nunca, salvo en la memoria».

Hoy, diez años después, a veinte del cierre del canal, sigo sentado ahí. Una parte mía sigue cambiando de canal, arriba, abajo en el dial; sigue encontrando una pantalla lluviosa que no me da lo que busco. Pero también quiero creer que he salido un buen discípulo o aprendiz. Porque sigo buscando y escuchando música de todas partes del mundo. Consumo cultura sin importar de dónde o cómo venga, incluso (y en especial) la que me incomoda un poco. Sigo viviendo en espíritu, en aquella «Ciudad Feliz» digital, sabiendo que se pueden hacer cosas increíbles desde cualquier lugar del planeta. Compartiendo lo poco o mucho que pueda llegar a saber, rompiendo barreras de gustos, estigmas sociales, generacionales. Soy muy consciente de dónde y cómo aprendí a ser así, y no soy el único.

Sé que por momentos puede parecer exagerado esto que escribo. Que en el fondo apenas se trató de una marca comercial, con forma de canal de animación. Pasa que es tan fácil caer en el cinismo. Pensar que es todo lo mismo, y nada vale una mierda. Que Bach era un cura que componía música. Borges, un señor que escribía cuentitos. Hendrix, un vago que tocaba la guitarra; Charlie Parker, apenas un saxofonista. Baryshnikov un tipo en calzas; un equipo de fútbol, once locos corriendo tras una pelota. Y Locomotion, un canal de tele. Qué fácil (y aburrido). Por suerte, los herederos de Loco entre los que me incluyo, buscamos y aspiramos a más en la vida que a lo fácil. ¿Qué mejor testamento para un templo de la apertura de cabezas, que esa armadura de por vida contra la mediocridad y la entropía?

Agradecimientos y fuentes:

Locomotion murió hace ya 20 años. Vive en el recuerdo de quienes lo mantienen relevante. De no ser por ellos, muchas de las memorias que tengo y he plasmado aquí, quizás estarían en duda. Quizás pensaría que fue una ilusión mía, que algo así no pudo haber existido, ni marcó a nadie, salvo a un par de locos. Nada más lejos de la realidad.

Nobleza obliga, debo dedicarle unas líneas a gente como Hernan Panessi (quien ha poblado la web moderna de notas sobre el canal), David el Saxofonista (sus entrevistas a gente del palo son de valor histórico); Damian Desinano del blog Locomotion2040 y Alberto Figuer, quien maneja «Alguna vez vi Locomotion»; los muchachos de Japanimotion que evocan en sus emisiones y hasta el nombre elegido al canal; los varios channels nostálgicos, páginas de facebook y grupos que mantienen la memoria viva en mayor o menor medida, como Locomotiontv (Josué y Santi), y Animestationtv (aniplus). Muchas de las imágenes y datos que ilustran este ensayo salieron de ustedes. A todos ustedes: Gracias. No los conozco, nunca me los crucé; pero me hacen sentir que no estoy tan solo, ni tan Loco.

Por supuesto, y si no se nota, esto es un gracias a tremendo a toda la gente que estuvo tras bambalinas en el canal original. Sepan que lo que hicieron no pasó desapercibido, más allá del final. Sirva como ejemplo ambivalente, también, para los que vengan a futuro: del otro lado siempre hay alguien, y puede llegar a cambiarle la vida eso que estás haciendo. Doy fe.

Y como no podía ser de otra manera, gracias a quien haya llegado hasta este punto en la lectura. See you, cyber-space cowboys

Dejá una respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí