Recuerdo como si fuera ayer aquellos días del año 2000. Yo, un «gurisón» de veintipico apasionado por las computadoras, pasaba horas hojeando revistas como PC World y Revista PC, imaginándome cómo sería tener la máquina más rápida del mundo. En ese momento, Intel era el dios del hardware, y su Pentium III – con esas versiones mágicas como Katmai y Coppermine – reinaba en los escritorios, los cibercafés y los sueños de cualquier entusiasta. Pero entonces llegó el Pentium 4, y lo que parecía el próximo gran salto tecnológico terminó siendo un resbalón épico. Hoy, con la nostalgia de quien ha visto pasar generaciones de procesadores y armados de PC, les traigo la historia del Pentium 4: cómo Intel apostó todo a una idea revolucionaria y cómo esa apuesta salió mal. Si alguna vez tuviste uno de estos procesadores, preparate para revivir esos días; si no, quedate conmigo para entender por qué este procesador marcó un antes y un después.

El Mundo en el 2000: Antes de la tormenta

Pongámonos en situación. Año 2000. En Argentina, la informática estaba en auge: los cibercafés llenos de pibes jugando Counter-Strike, Quake o incluso Age of Empire 2, las ferias de computación en La Plata o la calle Libertad en Buenos Aires atestadas de fanáticos buscando el mejor deal. Intel dominaba con el Pentium III, un procesador confiable que te hacía sentir que estabas en la cima del mundo tecnológico. AMD, con su Athlon Classic, empezaba a asomar la cabeza y a hacerle frente a los últimos Pentium III, pero todavía necesitaba demostrar continuidad. En los foros –esos primitivos como BairesLAN o 3DGames–, discutíamos hasta el cansancio cuál era el mejor CPU. Yo, con mi Athlon K7 que corría a 550MHz, estaba feliz, pero siempre soñando con algo más grande.

Y entonces Intel apareció con el Pentium 4 (Willamette). Prometía ser el futuro: frecuencias altísimas, una arquitectura revolucionaria y un rendimiento que dejaría a todos boquiabiertos. La expectativa era enorme. Recuerdo haber leído en una revista que este procesador iba a cambiar las reglas del juego, y yo, como tantos otros, creíamos que Intel iba a barrer a AMD con esta nueva tecnología, pero las cosas no fueron cómo todos pensábamos…

NetBurst: La idea que sonaba bien en papel

El gran diferencial del Pentium 4 era su arquitectura NetBurst. Intel decidió tirar la casa por la ventana y diseñar un procesador que priorizara las frecuencias de reloj por sobre todo. ¿El plan? Crear un pipeline larguísimo –20 etapas, para ser exactos– que permitiera alcanzar velocidades nunca vistas, incluso soñando con llegar a los 10 GHz algún día. En teoría, parecía genial: más GHz, más potencia, ¿no? Pero en la práctica, fue como construir un auto de carreras que solo funciona bien en una pista perfecta y sin curvas.

El Pentium 4 (Willamette) llegó en versiones de 1,4Ghz y 1,5Ghz.

El primer Pentium 4, el Willamette, salió al mercado en noviembre de 2000, fabricado en 180 nm y con frecuencias que arrancaban en 1.3 GHz. Pero no venía solo: estrenaba el Socket 423, un conector que duró menos que un abrir y cerrar de ojos antes de ser reemplazado por el Socket 478. Imaginate la bronca: gastaste una fortuna en una plataforma nueva y, a los pocos meses, te das cuenta de que no tiene futuro. En Argentina, donde cada peso era una decisión de vida o muerte, esto fue un golpe bajo para los early adopters.

RDRAM: Cuando la memoria traicionó al Pentium 4

Si el procesador ya tenía sus problemas, la memoria que Intel eligió para acompañarlo fue el remate. El Pentium 4 venía atado a la RDRAM (RAMBUS DRAM), una tecnología que prometía un ancho de banda altísimo pero que traía dos problemas enormes: era carísima y tenía latencias que te hacían replantearte la vida. Mientras tanto, AMD apostaba por la DDR, mucho más barata y eficiente. En una época en que armar una PC era un lujo, la RDRAM era como comprarte un auto deportivo pero sin nafta para hacerlo andar.

Las RD RAM: Buenas para nada (y caras para todos).

Recuerdo haber ido a una tienda en la calle Florida y ver una motherboard con slots para RDRAM. El precio era el doble que una placa para Athlon con DDR. «¿Quién va a pagar esto?», pensé. Y no era el único: en los foros, las quejas no tardaron en aparecer. La RDRAM no solo encarecía el equipo, sino que no ofrecía ventajas claras frente a la competencia. Intel había metido la pata, y los usuarios lo sabíamos.

Los números nunca mienten

Cuando empezaron a salir los benchmarks, la verdad quedó al desnudo. Sitios como AnandTech y Tom’s Hardware –mis biblias en esa época– mostraron que el Pentium 4 Willamette no estaba a la altura de las expectativas. En juegos como Quake 3 Arena, un Pentium 4 a 1.5 GHz rendía parecido a un Pentium III a 1 GHz, y a veces hasta perdía contra un Athlon Thunderbird a 1.2 GHz. En tareas más pesadas, como compilar código o editar video, el Athlon XP de AMD directamente lo humillaba. Y no hablemos del calor: el Pentium 4 era un horno, lo que te obligaba a gastar más en coolers decentes y fuentes robustas.

Un amigo mío, fanático de Intel, se compró un Pentium 4 a 1.7 GHz y me invitó a probarlo. Corrimos algunos benchmarks y lo comparamos con su anterior Pentium III con core Coppermine. El resultado fue demoledor: su anterior máquina, más barata y fresca, la superaba por varios puntos. «No puede ser», decía él, mirando la pantalla con incredulidad. Pero sí podía ser, y era la realidad del NetBurst: muchos GHz, poco «músculo».

El engaño de los GHz

Intel sabía que el consumidor promedio no entendía de pipelines ni de IPC (instrucciones por ciclo). Por eso apostó todo al marketing: «Más GHz = más rápido». Y, hay que admitirlo, funcionó con mucha gente. En las vidrieras, un Pentium 4 a 2.0 GHz sonaba mucho más impresionante que un Athlon XP 1800+. Pero los que sabíamos un poco más – o los que leíamos foros, mejor dicho – nos dábamos cuenta del truco. El Pentium 4 tenía un IPC bajísimo, lo que significa que cada ciclo de reloj hacía menos trabajo que en un Pentium III o un Athlon. Era puro humo.

En Argentina, donde el boca a boca era clave, las historias de decepción se multiplicaron. «Me compré el Pentium 4 y mi Pentium III viejo rinde casi igual», se quejaba un usuario en 3DGames. Otro decía: «El Athlon de mi primo me hace bolsa en juegos». Fue una lección dura: no todo lo que brilla es oro, y los números grandes en la caja no siempre cuentan la historia completa.

AMD Sacaba Ventaja mientras Intel intentaba cambiara el rumbo

Mientras Intel patinaba, AMD aprovechó el momento. Con el Athlon XP y luego el Athlon 64, ofrecieron procesadores más eficientes, más baratos y con mejor rendimiento. En Argentina, donde el dólar mandaba y el presupuesto era sagrado, AMD empezó a ganar terreno a pasos agigantados. En las tiendas de la calle Florida, los vendedores, que antes juraban por Intel, ahora te recomendaban un Athlon sin dudarlo. Fue un cambio de época: por primera vez en años, Intel perdió el trono.

El Athlon XP se «comía crudos» a los Pentium 4 de la «misma velocidad».

Mientras tanto, Intel intentó salvar al Pentium 4 con revisiones como el Northwood (130 nm) y el Prescott (90 nm), pero los problemas de base seguían ahí: ineficiencia, calor excesivo y competencia feroz. Finalmente, en 2006, tiraron la toalla con NetBurst. La salvación vino de un lugar inesperado: el Pentium M, un chip diseñado para notebooks, cuya arquitectura inspiró a la familia Core. Con los Core Duo y Core 2 Duo, Intel volvió a la cima, pero el Pentium 4 quedó como un recuerdo agridulce.

¿Qué Nos Dejó el Pentium 4?

El Pentium 4 fue un fiasco, pero también una lección. Enseñó a Intel que la obsesión por los GHz no era el camino, que la eficiencia y el equilibrio importan más que los números inflados. Para los usuarios, fue un recordatorio de que no hay que creer ciegamente en el marketing. Y para los entusiastas como yo, fue una aventura: un tropiezo de un gigante que nos hizo valorar más la competencia y el progreso.

¿Y vos? ¿Tuviste un Pentium 4? ¿Te enamoraste de sus promesas o te decepcionó como a tantos? Contame en los comentarios cómo viviste esa época. Para mí, fue un capítulo inolvidable en mi historia con la informática (y por suerte, lo viví de afuera).

2 COMENTARIOS

  1. Gracias Guille. Me desbloqueó todo el recuerdo de una época. Precisamente fue esa época donde me volví fan de AMD y lo sigo siendo hasta ahora.

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